LA NAVIDAD DE
PASCUAL
San
Juan de Marcona, moderna y pujante.
Ciudad
que se desarrolló al compás de la producción de hierro, en medio del desierto,
en cuyas orillas juguetean las olas del Pacífico, es ahora una metrópoli
rodeada de asentamientos humanos en extrema pobreza. Esta es la historia de un
niño que emigra de la sierra a la costa. Sin padres que lo apoyen, sin
protección, sin afecto…sin nada.
PASCUALCHA
Escribe:
Cristina Chacón Delgado
Año
1992, mes de junio, día laborable…9:30 am.
Atendía
a niños de 3, 4 y 5 años en el PRONOEI “Los Angelitos” del pueblo joven “Túpac
Amaru”. En plena clase apareció un niño que aparentaba 4 años de edad, de
chapas rosaditas y cuarteadas; descalzo, con un polo y un short amarrados con
una soguilla. Sobresalía su gran barriga, cabellos tiezos poblados de liendres.
Tría en su mano un pocillo despostillado.
Casi
todos mis alumnitos tenían las mismas características. Pero Pascual recién
llegaba de la sierra. Desde la puerta me hablaba en quechua, levantaba su pocillo
y repetía lo mismo: ¡Mamay mamay, lechita jumuai! ¡Llarjamanta kachkani! ¡Jumua
jarrota lenaico lechita!
Salí
a recibirlo pero él no quería entrar. Movía su pocillo, hablaba rápido pero con
la cabeza agachada. ¡Hola papito! Pasa
adelante que voy a servir la leche. Lástima que yo no sabía hablar en quechua.
No podía comunicarme con el niño.
De
pronto se levantó de su ladrillo, mi alumna maravilla, el terremoto encarnado
¡Santosa!...
¡Señurita,
acaso no entendes, el Pascualcha dice tene hambre y que le des leche rápido!
¿Cómo
sabes que se llama Pascualcha?
¡Ese
Pascualcha es me premo! Mamaya ha trajido de so terra…
Santosa
por favor, dile que pase y se siente.
De
un jalón Santosa se llevó a Pascual a compartir su ladrillo que le servía como
asiento. Pascual refunfuñaba entre dientes, insultaba a Santosa y sus ademanes
me decían que quería patearla.
A
partir de ese día Pascual integraba el grupo de niños a mi cargo, la mayoría
eran hijos de paisanos marisqueros recién llegados a San Juan. Dejaban solos a
sus niños hasta por tres días seguidos, a su suerte, esperando el retorno de
sus padres. Algunos no volvían jamás, el mar se los llevaba, o se enfermaban de
TBC o broncopulmonía (por estar constantemente en el mar con ropas húmedas,
marisqueando en pleno invierno, mal comidos, desnutridos)…otros regresaban a su
tierra, pero…solos. Dejaban a sus niños con familiares.
Eran
niños que conocían desde el vientre de su madre, el hambre. Pequeños a los que
el destino les depara ¡sabe Dios qué!. Todas las mañanas se acurrucaban entre
ellos, al pie de la puerta del local del PRONOEI (Programa No Escolarizado de
Educación Inicial) con sus jarros despostillados y sus cuadernos de tarea
esperando a su maestra…y a su leche. Para algunos era desayuno – almuerzo. Para
otros era “desayuno, almuerzo y cena”. Muchas veces les llevaba camotes
sancochados, panes y bizcochos.
Ala
hora del refrigerio todos se lavaban las manos, hacían su cola y como siempre
Pascualcha, era el primero, solo hablaba quechua y tenía problemas con los
niños que no entendía este idioma. Algunos traían sus loncheras (los más
pudientes) con su huevo sancochado, pan con mermelada, jugo o leche, colocaban
su servilleta y degustaban lo traído. Otros niños no tenían nada, esperaban
solo su camote y su leche. Pascual para no quedarse atrás empezó a traer su
lonchera a su manera: como servilleta, un pedazo de costalillo, una huevera
seca, cochayuyo seco. Muchas veces se enojaba porque sus compañeros no querían
hacer trueque. Con sus manos bien lavaditas, tomaba su leche y chupaba su lapa
seca, su huevera o su cochayuyo; pero siempre atento, mirando a su compañero
que saboreaba su pan con mermelada o su huevo. Sus ojitos se desorbitaban y la
baba le resbalaban. Cuando no se controlaba se lo quitaba al menor descuido.
Varios
niños imitaron a Pascual. Trían una bolsita con huevera, lapa seca y cochayuyo.
Tuve que enseñarles a sus padres que debían lavar con agua hervida para que no
se enfermaran… pero no lo hacían.
Pascual
era huérfano. Vivía con su abuelita que tenía otros nietos a cargo, pedía
limosna en las escalerillas de una de las entradas de la Paradita y del
mercado. Cuando se iba a Nasca a seguir trabajando, dejaba a los niños solos… a
su suerte. Tenía que buscar que comer a como de lugar, ya sea con vecinos o en
los cilindros de la basura.
Mi
mayor sorpresa fue encontrar varios alumnos, entre ellos Pascual, en La Parada,
robando de una forma bien disimulada. Tenían un palito con un clavo en la
punta, al pasar ellos, tenían que hincar con el clavo, ya sea papa, camote,
cebolla, etc. y se lo llevaban en su costalillo que cada uno traía. Se exponían
peligrosamente que les pegaran o los llevaran a la policía. Cuando les llamé la
atención, me dijeron que sus padres los mandaban, sino, no comían nada o les
pegaban. Conversé con sus padres del problema, ellos decían que no habían
mariscos, estaban escasos, que había marea alta y no tenían que comer y por eso
obligaban a sus hijos, a convertirse en “pirañitas”.
NOVIEMBRE
Llegado
noviembre el progreso de los niños fue bueno, pero el de Pascual fue excelente
por ser puntual, inteligente y respetuoso, colaborador, perseverante en sus
tareas y lo mejor de todo aprendía el idioma castellano con facilidad, oral y
escrito, vocales, números, etc.
Destacaba
cantando huaynos en quechua, con un sentimiento que llegaba al corazón. De él
aprendí un huaynito en quechua, que enseñé y sigo enseñando a muchos alumnitos.
Otra
de las sorpresas fue saber que Pascual, en su control de niño sano, tenía
aproximadamente unos 6 años, pero aparentaba de 3 a 4 años.
No
tenía datos de Pascual porque nunca encontraba a su abuela o algún otro
familiar. Fue en el mes de diciembre que eché de menos a Pascual, no venía a
clases hace tres días. Por Santosa, mi alumna maravilla, supe que su abuela se
lo había llevado a Nasca. Empezaba las evaluaciones el día lunes y Pascual no
venía. Preocupada pregunté a su prima Santosa:
¿Regresó
de Nasca Pascual? ¿po trqué no viene? Está enfermo?
No
sé señurita…
¿Cómo
que no sabes, si tú vives con él, en la misma casa?
Ya
nu señurita…me tía mi ha llevao a su casa
¿Y
no vas a jugar con Pascual?
Pascualcha
nu quiere jugar, solo esta tirado en su cama…
¿Porqué
no quiere jugar?
-
No
sé, no quiere moverse de su cama-
Solo
entonces tuve el presentimiento que Pascual estaba enfermo.
LA NAVIDAD DE PASCUAL
En
compañía de Santosa llegamos a su casa, al tocar la puerta salió una mujer de
gesto duro, amargado, indiferente y aburrida, dijo: ¡El mocoso vive con su
abuela en el corral de atrás!.
Presurosa
fui al corral, en donde había una casucha de escasos dos metros cuadrados y un
metro de alto forrada con cartones, latas, restos de madera y trapos viejos;
parecía que se caía a pedazos. !Dios mío, como era posible que seres humanos
vivieran ahí!
Traspuse
el costal sucio y roto que cubría la entrada y en medio de la oscuridad
distinguí la pequeña silueta de Pascual. Estaba tirado encima de cartones y
periódicos, jadeando de fiebre, respiraba con dificultad, deliraba. Pascual se
moría.
El
niño volaba de fiebre. Parecía que iba hacer convulsiones. Cargué al pequeño en
mis brazos y lo llevé a la posta de salud cercana, cuando de pronto apareció la
abuela quechua – hablante, armada de un enorme palo y enfurecida como una leona
se abalanzó sobre mí, lanzando insultos y maldiciones en quechua!
Gracias
a una comadre no me cayó el garrotazo, porque se lo impidió y le habló en
quechua. La abuela creía que yo pretendía robar al nieto. Comprendió que estaba
salvando la vida del niño.
En
la posta atendieron de emergencia al niño que tenía 40 grados de fiebre,
infección al estómago, complicado con una bronco neumonía severa, deshidratado
y desnutrido. La abuela ente lágrimas y llanto daba los datos incompletos de
Pascual, su apellido no se le entendía. Decía Karlojoste, parecía decir Carlos.
No sabía el día de su nacimiento, ni cuantos años tenía. El nombre de sus
padres. La abuela decía “no acordaba” en quechua.
Entre
llanto y llanto me agradecía, me besaba las manos y hablaba “Dios pagrachun
mamay”.
Pascual
superó la enfermedad con el tratamiento que le dieron. Sus medicinas fueron
donadas y estaba como nuevo para la clausura del año escolar.
Conversando
con familias de buen corazón, incluyendo la mía, ayudamos a Pascual y sus
compañeritos a tener una linda Navidad, con ropa, juguetes, chocolatada,
comida, etc., como nunca en su vida la tuvieron.
Historia publicada en la REVISTA
MATICES DE ICA, diciembre 1995
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