LA HACIENDA
CAUCATO DE PISCO,
ESCENARIO
HISTÓRICO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ
En tiempos del coronavirus,
cumpliendo estrictamente la cuarentena establecida, atrincherados en nuestros
hogares, y en el año frustrado del Bicentenario de la Independencia de nuestra
región y de nuestro Perú; tenemos el tiempo suficiente para repasar y redescubrir
acontecimientos históricos, relegados al olvido, por una gran mayoría de
historiadores peruanos y extranjeros; que minimizaron el decisivo aporte
logístico de los pueblos peruanos de Chincha, Pisco, Ica, Palpa y Nasca, que
hoy conforman la Región Ica.
Las nuevas generaciones deben
conocer y revalorar todos los detalles de nuestra historia regional, reconocer
y revalorar la acción patriótica de nuestros héroes, y reconocer y revalorar
los escenarios históricos, como la HACIENDA CAUCATO DEL VALLE DE PISCO.
En Caucato se desarrollaron las
primeras operaciones militares de la Guerra de la Independencia, guerra que se
prolongó desde el 8 de setiembre de 1820, hasta el 9 de diciembre de 1824; para
liberarnos del yugo impuesto por el Virreynato español, durante trescientos
años, y lograr la creación de la nueva República del Perú.
El objetivo es apoyar a nuestros
hijos, a través de las nuevas tecnologías de la información y
comunicación, para que conozcan la
historia de su región, de su Patria; y, contribuir con el fortalecimiento de su
IDENTIDAD, su AUTOESTIMA, su PERSONALIDAD y su
LIDERAZGO.
Resumen:
Entre los días 3, 4 y 5 de
octubre del año 1820, el E jército
Libertador del general argentino don José de San Martín, se preparó para
iniciar la primera campaña de penetración a la sierra; siendo el primer
destino, la ciudad de Ica, en manos de una división del ejército realista. Más
de cuatro mil soldados veteranos, entre argentinos y chilenos, acostumbrados a
enfrentarse a los ejércitos realistas, acostumbrados al combate cuerpo a
cuerpo, vencedores en sus respectivos países; estaban acantonados en la ciudad
de Pisco y en las haciendas cercanas. Asimismo, miles de peruanos, entre negros
esclavos, indios, mestizos y criollos, pugnaban por enrolarse a las fuerzas
patriotas.
Presentamos los detalles de estos
acontecimientos, cuyo escenario histórico es la HACIENDA CAUCATO, en dónde se
preparó la famosa y legendaria Expedición de la Sierra, y el punto culminante
fue la ceremonia de formación y partida de dicha Expedición, al mando del veterano militar argentino,
coronel mayor Juan Antonio Álvarez de Arenales, quien recibió la bandera de
guerra de manos del Libertador San Martín, a las once de la mañana, de aquél
lejano 5 de octubre del año 1820, en la plaza de armas de Pisco; la puerta de
la Libertad y de la Independencia.
1. EL
PRIMER DESEMBARCO
DESEMBARCO DEL EJÉRCITO
LIBERTADOR EN PISCO
Listos todos los preparativos, la expedición
libertadora comandada por San Martín zarpó
del puerto de Valparaíso el 20 de agosto de 1820. Según palabras del propio San
Martín, se emprendía "la grande obra de dar libertad al
Perú". Se abría "la campaña más memorable de nuestra revolución y cuyo
resultado aguarda el mundo, para declararnos rebeldes, si somos vencidos o
reconocer nuestros derechos, si triunfamos".
El ejército libertador del Perú componíase en total de
un poco más de cuatro mil hombres, de los cuales poco más de tres mil
pertenecían a la infantería, más de seiscientos a la caballería y más de 400 a
la artillería. Consignamos de esta manera los efectivos, teniendo en cuenta que
suele encontrarse algunas diferencias, basados en fuentes diversas
que no concuerdan con exactitud estos datos. (1) Según documentos de la
época que reproducimos, el total de efectivos llegaba a 4365, incluyendo en
este número a la tropa, a los oficiales y a la plana mayor. Los efectivos de la
artillería sumaban 2145, los de infantería 1525 y los de caballería 695. (ver
cuadros)
El ejército libertador del Perú estaba conformado por
dos divisiones: la de los Andes y la de Chile.
La de los Andes estaba conformada por las siguientes
divisiones:
Batallón de artillería de los Andes N° 7
Batallón de artillería de los Andes N° 8
Batallón de artillería de los Andes N° 11
Granaderos de a caballo de los Andes
Cazadores de a caballo de los Andes
La división de Chile estaba integrada por los
siguientes cuerpos:
Batallón de artillería N° 2 de Chile
Batallón de artillería N° 4 de Chile
Batallón de artillería N° 5 de Chile
Batallón de artillería N° 6 de Chile
Batallón N° 2 de Dragones de Chile.
Del total de jefes de cada uno de estos cuerpos, siete
eran rioplatenses y cinco chilenos. La división de los Andes solo estaba comandada
por argentinos, mientras que la división de Chile tenía al rioplatense
Larrazával como jefe del batallón de artillería N° 5.
En cuanto al Cuartel General, a las Secretarías y
al Estado Mayor, la
siguiente era su conformación, según datos consignados por Jerónimo Espejo:
Cuartel general:
Jefe de la expedición, el Excelentísimo Señor Capitán
General Don José de San Martín.
Generales de División, Coroneles Mayores don Juan
Antonio Álvarez y don Toribio Luzuriaga.
Secretario de Hacienda, don Dionisio Vizcarra.
Auditor General de Marina, don ANTONIO Álvarez De
Jonte.
Oficial 1° de Secretaría, capitán don Salvador
Iglesias.
Edecanes de su Excelencia. Coroneles don Tomás Guido y
don Diego Paroissien, capitán don José Caparrós y teniente 2° don José
Arenales.
Estado Mayor:
Jefe de Estado Mayor General, Coronel Mayor Juan
Gregorio de las Heras.
Ayudante comandante general, coronel don Juan Paz del
castillo.
Ayudantes primeros, tenientes coroneles don Manuel
Rojas y don José María Aguirre, teniente coronel graduado sargento mayor don
Juan José Quesada, sargentos mayores don Francisco de Sales Guillermo y don
Luciano Cuenca.
Ayudantes segundos, capitán don Juan Agüero y capitán
de ingenieros don Clemente Altahaus.
Ayudantes terceros, ayudantes mayores don francisco
Javier Medina, don Ventura Alegre y don Eugenio Garzón; tenientes segundos, don
Jerónimo Espejo, don Pedro Nolasco Álvarez Condarco y don Juan Alberto
Gutiérrez; subteniente de ingenieros don Carlos Wooth.
Cuerpo médico, dirujano mayor el coronel Paroissien,
cirujano de primera clase don Miguel
Stapleton Grawley, cirujano de primera clase fray Antonio de San Alberto.
Intendente del ejército, intendente general don Juan
Gregorio Lemos, contador don Valeriano García, oficial 1° don Santos Figueroa,
oficial 2° don Alejo de Junco.
Comandante del parque, capitán de artillería don Luis
Beltrán.
La escuadra, al mando de Lord Tomás Alejandro
Cochrane, estaba conformada por ocho navíos y 16 transportes.
Escuadra Libertadora del Perú
(20 de agosto de 1820)
Comandante en Jefe de las Fuerzas Terrestres y
navales: Capitán General don José de San Martín.
Navíos
|
Comandantes
|
San Martín
|
Guillermo Wilkinson
|
O’Higgins
|
Tomás Grosbie
|
Lautaro
|
Martín J. Guise
|
Independencia
|
Roberto Forster
|
Galvarino
|
Juan Spry
|
Araucano
|
Tomás Carter
|
Pueyrredón
|
Guillermo Prunnier
|
Moctezuma
|
Jorge Young
|
Transportes
|
Pablo Delano
|
Transportes: Dolores, Gaditana, Consecuencia,
Emprendedora, Santa Rosa, Águila, Mackenna, Perla, Teresana, Peruana,
Golondrina, Minerva, Libertad, Argentina, Hércules, Potrillo.
Toneladas: 7178
El Pueyrredón salió antes que la expedición,
conduciendo desterrados políticos a la costa del Chocó y de regreso se unió a
la Escuadra. La Chacabuco quedó al servicio de las
costas de Chile, al mando de Tortel. (1)
2.
PERUANOS QUE
LLEGARON CON LA EXPEDICIÓN LIBERTADORA
El
día 13 de agosto de 1820, en el cuartel
general de San Martín, en Valparaíso – Chile; circuló en las tropas de la denominada “Expedición Libertadora del
Perú”, la orden de embarque, la cual fue recibida con verdadero júbilo.
Del
total general de tropa, eran argentinos 2,313 y sólo 1,805 chilenos, y en
cuanto a los jefes de las unidades, con excepción de tres de esta nacionalidad,
todos eran compatriotas del generalísimo.
En
el cuartel general, la proporción era idéntica, cabiéndole al Perú el honor de
contar un digno representante en el ex – gobernador de Cuyo, coronel mayor (
general de división) don Toribio de Luzurriaga, así como, entre otros , los
preclaros nombres de: Francisco
Vidal, Toribio Luzurriaga, Remigio Silva, Andrés Reyes, Juan Franco,
Cayetano Requena, Pedro José Cornejo, Juan Iladoy, Agustín Lerzundi, Juan
Velazco y N. Turgay, quienes desembarcaron en Paracas trayendo en sus manos la
espada redentora de la patria peruana, orgullosa de haberles servido de cuna (2).
3.
PERUANOS
ALISTADOS EN EL EJÉRCITO LIBERTADOR
EN
PISCO
La
Patria surgió cuando la florida juventud iqueña, fugándose del engreimiento de
sus hogares, se presentó en Pisco, al cuartel general de San Martín a ofrecer
su esfuerzo y su vida por la vida del
Perú naciente, y fue tanto su valor y tal su pujanza moral, que todos
llegaron a ser militares gloriosos; los Generales Juan Pablo Fernandini, mártir
de la unida peruana; el General Baltazar Caravedo, Fermín del Castillo, prócer
de la gloriosa Nasca; los Coroneles Francisco de Paula Cabrera, organizador del
primer regimiento de caballería patriota; Antonio Elejalde, primera lanza en el
combate de Junín; en fin toda una pléyade de próceres, que al lado de los
Huasasquiches, Chacaltanas, Mayautes y otros tantos indígenas, llegaron a ser
jefes de alta reputación en los primeros ejércitos nacionales, para fundar la
Patria sobre los campos de batalla (3).
La
estada de San Martín en la región de Pisco, no sólo fue útil por
lo apuntado. Además del éxito militar, político y moral, así como del acopio e incremento de hombres, material y ganado, permitió a muchos y muy distinguidos peruanos
satisfacer su noble anhelo de alistarse en las filas revolucionarias para
convertir en hechos sus ideas de libertad.
Como
un homenaje a sus méritos, estimamos tributo de admiración y gratitud
patriótica, citar sus nombres: José María de la Fuente y Messia, marqués de San
Miguel, nombrado coronel y ayudante del
general San Martín; Isidoro, Lorenzo y Baltasar Caravedo, Manuel Jorge
Bustamante, Juan José Loyola, Francisco de Paula Cabrera, Antonio Elejalde,
Melchor Valle, Manuel de Odriozola,, Joaquín Bardales, Juan de D. Arnao, Pablo
Farfán, Santiago Gómez, Manuel Revilla, Rafael y José Santos Lévano. (2)
4. EL LIBERTADOR SAN MARTÍN EN PISCO
Seguimos con entusiasmo, a uno de
los pocos historiadores peruanos que se preocuparon por investigar y resaltar
el apoyo y la participación de los chinchanos, pisqueños, iqueños, palpeños y
nasqueños; en la Guerra de la Independencia.
En el número 3 de la Revista del
Instituto Sanmartiniano del Perú, publicada en el mes de mayo de 1936, el
historiador Dr. Germán Leguía y Martínez, narra lo siguiente:
“Lo
primero que el redentor de Chile hizo al presentarse frente a las playas de
Paracas fue – como era urgente y natural – dirigirse a los habitantes del Perú,
“anunciándoles su arribo y el de la expedición libertadora; manifestándoles el
propósito de ésta; desvirtuando la propaganda de los realistas, sustentada en
la inutilidad de una guerra sucesora,
cuando los derechos, garantías y libertades que ésta pudiera perseguir, estaban
ya, decían, obtenidos en la constitución próxima a jurarse de 1812; y
expresando su confianza en que, contando como esperaba contar, con la ayuda y
la decisión del pueblo peruano, sería cosa fácil y pronta la reposición de la personería
y de la dignidad soberanas del Perú. Esa proclama, impresa a bordo, en la
tipografía del ejército; escrita por Monteagudo, y lanzada en tierra a una
profusa circulación, con la data del 8 de setiembre (fecha del primero de los
desembarcos) – decía de este modo:
“Compatriotas.-
La Nación española al fin ha recibido el impulso irresistible de las luces del
siglo. Ha conocido que sus leyes eran insuficientes para hacerla feliz, y que,
en sus antiguas instituciones, no podía encontrar ninguna garantía contra los
abusos del poder…””…Yo he sabido, después de mi salida de Valparaíso, que el
Virrey del Perú, ha mandado jurar también la constitución (1), y que se ha
abolido en Lima el Tribunal del Santo Oficio”.
Declaró,
seguidamente, en decreto especial, que las autoridades españolas, “aunque
cesantes de hecho en todos los puntos ocupados por las armas de la Patria,
podrían continuar en el ejercicio de sus funciones, interín resolviérase sobre
su destino, en vista de su conducta” (2).
Más
adelante Leguía y Martínez continúa el relato de la primera proclama de San
Martín, en Pisco:
“El
último virrey del Perú hace esfuerzos para prolongar su decrépita autoridad
halagando vuestras esperanzas con una constitución extranjera, que os defrauda
el derecho representativo en que en ella misma se funda, y que no tiene la
menor analogía con vuestros intereses”.
“El
tiempo de la impostura y del engaño, de la opresión y de la fuerza, está ya
lejos de nosotros, y sólo existe en la historia de las calamidades pasadas”.
“Yo
vengo a acabar de poner término a ésa época de dolor y humillación. Este es el
voto del Ejército Libertador, que tengo la gloria de mandar, y que me ha
acompañado siempre al campo de batalla, ansioso de sellar con su sangre la
libertad del Nuevo Mundo”.
“Fiad
en mi palabra, y en la resolución de los bravos que me siguen; así como yo fío
en los sentimientos y energías del pueblo peruano”.
“Cuartel
general del Ejército Libertador, en Pisco, setiembre 8 de 1820 .- Primer día de
la libertad del Perú.- SAN MARTÍN”.
5. PROCLAMA
AL EJÉRCITO LIBERTADOR
Y
por fin habló a su ejército:
“Soldados
del Ejército Libertador. Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino, y solo
falta que el valor consume la obra de la constancia; pero acordaos de que
vuestro deber es consolar a la América; y de que no venía a hacer conquistas,
sino a libertar a los pueblos que han gemido trescientos años bajo este bárbaro
derecho. Los peruanos son nuestros hermanos y amigos: abrazadlos como a tales,
y respetad sus derechos, como respetásteis los de los chilenos después de la
batalla de Chabuco”.
“La
ferocidad y la violencia son crímenes que no conocen los soldados de la
libertad
“1º.
Todo el que robe o tome por violencia de dos reales para arriba, será pasado
por las armas, previo el proceso verbal que está mandado observar en el
ejército”.
“2º.
Todo el que derrame una gota de sangre fuera del campo de batalla, será
castigado con la pena del talión”.
“3º.
Todo insulto contra los habitantes del país, sean europeos o americanos, será
castigado hasta con la pena de la vida, según la gravedad de las
circunstancias”.
4º.
Todo exceso que ataque la moral pública, o las costumbres del país, será
castigado en los mismos términos que previene el artículo anterior”.
“Soldados:
Acordaos de que toda la América os contempla en el momento actual, y de que sus
grandes esperanzas dependen de que acreditéis la humanidad, el coraje y el
honor que os han distinguido siempre, dondequiera que los oprimidos han implorado
vuestro auxilio contra los opresores. El mundo envidiará vuestro destino, si
observáis la misma conducta que hasta aquí; ¡pero, desgraciado el que quebrante
sus deberes y sirva de escándalo a sus compañeros de armas! Yo lo castigaré de
un modo horrible, y él desaparecerá de nosotros con oprobio e ignominia!”(3).
6.
EL PODERÍO DE LA HACIENDA CAUCATO
El
13 se organizó y salió a las 9 h.a.m., camino del norte, la división de
vanguardia. Componíase del batallón No. 5 de Chile y de cincuenta granaderos de
a caballo (6). Su jefe era el coronel mayor Álvarez de Arenales; y su destino
la hacienda de Caucato; fundo, como ya se dijo, perteneciente al español D.
Fernando del Mazo, y ubicado, al setentrión de Pisco sobre el camino costanero
que conduce de esa villa a la Capital.
Los
patriotas encontraron en Caucato dos mil panes de azúcar, muchos otros
productos y mil quinientos esclavos negros “de ambos sexos y de todas edades”.
Los varones casi en su totalidad, presentáronse voluntarios en las filas
independientes.
Tomados
por Arenales todos los pormenores posibles acerca de los fundos vecinos, su
topografía, capitales y mantenimientos, despachó, en todas direcciones,
partidas de caballería, encargadas de recolectar bestias y ganados con que
montar bien a las tropas y darles la carne fresca de que carecían, en reemplazo
de las ya odiosas y escasas chalonas y charquis traídos desde Valparaíso.
La
requisa fue considerable, y más que todo, absolutamente voluntaria. A los ocho días,
dice el testigo ocular antes aludido, estaban bien montados todos los oficiales
del ejército y todos los soldados de caballería patriota así como los edecanes
y ayudantes del cuartel general y del Estado Mayor.
Las
partidas avanzaron a las dos Chinchas, Alta y Baja, con los mismos o mejores
resultados.
El
14, con el parte resumen de “sin novedad”, expedido desde Caucato por el
vencedor de La Florida, llegaron nutridas caballadas, constituidas por los
entonces inmejorables bridones “de paso” de la costa del Perú, con más de
ochocientas reses, mil carneros y cincuenta espléndidas bestias mulares.
En
la propia fecha, para ratificación de los reconocimientos anteriores, de un
lado, y a fin de prevenir posibles sorpresas de otro, partieron a la caída de
la tarde, Juan Lavalle y Félix Aldao, con sendas columnas de granaderos
montados argentinos (una y otra de veinticinco hombres), a recorrer
cuidadosamente los dos caminos reales trazados del puerto de Ica en sentido
S.O. y de una extensión de dieciocho leguas (más o menos) cada uno.
Dos
partidas del regimiento de granaderos de a caballo salieron el 12 hacia
oriente, o sea en la dirección de Ica, en pos de reconocer la situación del
adversario. Pronto llegó la primera, anunciando que Quimper y sus cosacos habían
proseguido marcha a la referida ciudad donde según todos los indicios deberían
detenerse.
El historiador Juan Luis Orrego
Penagos, en su obra “SAN MARTÍN EN PISCO: LA HISTORIA DE UN VALLE COSTEÑO
DURANTE LAS GUERRAS DE INDEPENDENCIA” nos presenta valiosos datos de la
historia de la Hacienda Caucato:
“Por
donde se le mire, la Independencia tuvo un impacto desigual, ya sea en los
grupos sociales, las instituciones o las localidades. Es importante este hecho
ya que antes los historiadores olvidaban con frecuencia que nuestra sociedad y
nuestro territorio se caracterizaban precisamente por su multiplicidad. Esa
tentación globalizadora del pasado peruano está siendo cuestionada a medida que
fueron apareciendo los primeros estudios regionales. Hoy los historiadores se
sienten cada vez menos dispuestos en afirmar que una simple fórmula puede
bastar para abarcar la enorme variedad de situaciones locales dentro del
territorio: estamos aprendiendo a respetar las diferencias regionales como las secuencias
cronológicas. Comenzamos a darnos cuenta que lo que es cierto para el sur
andino no lo es necesariamente para la costa central, el norte o el extremo
sur, por no hablar de la sierra central o la amazonía.
El
presente trabajo pretende contribuir al estudio de esta problemática regional
haciendo un recorrido por la historia del valle de Pisco, centrándonos en los
efectos que tuvo la llegada del Ejército Libertador a la zona. El tema es
importante. Sabemos que las guerras de Independencia causaron mucho daño
material al país, tanto por parte de los patriotas como de los realistas,
provocando una grave crisis a la elite de entonces. Los hacendados soportaron
estos problemas, además de la leva de sus trabajadores y el ocasional secuestro
de sus propiedades, crisis que no van a poder remontar -al menos los de la
costa central hasta promediar la década de 1840.
EL VALLE Y SUS TRANSFORMACIONES:
Durante
los primeros años de la Conquista el valle de Pisco, como la mayor parte de la
entonces Gobernación de Nueva Castilla, fue escenario de la repartición de
encomiendas. Según algunas informaciones muy fragmentadas, Francisco Pizarro
debió hacer depósitos de indios en la zona BIRA 23 (Lima): 155-171 (1996) hacia
1534 Y distribución de encomiendas dos años más tarde, siendo los primeros
favorecidos españoles adictos a su bando. Estos encomenderos, sin embargo,
perderían sus derechos en el valle al declararse partidarios de Gonzalo Pizarro
en las guerras contra el Rey. ' De este modo fueron desapareciendo los primeros
encomenderos de la zona quedando sólo uno, Pedro de Zárate, quien controlaba el
repartimiento de Pisco y Cóndor con 285 indios tributarios y 1402 personas
reducidas en un pueblo llamado Magdalena (Castillo 1947: 84),
Luego
aparece otro español encomendero, Lorenzo de Zárate y Solar, quien a principios
del siglo XVII contaba con 37 tributarios (Puente Brunke 1992: 444). No
obstante, es ya por estos años de 1600, según papeles judiciales, que el valle
fue cambiando hasta convertirse en un territorio con propiedades agrícolas
legítimamente adquiridas.
Pronto,
la agricultura pisqueña empezó a cobrar importancia dentro de la estructura
económica del Virreinato. Ya antes de finalizar el siglo XVI se iniciaron
conflictos entre los propietarios por la demarcación de sus fundos y derechos
de agua, a tal punto que tuvo que llegar el Licenciado Alonso Maldonado de
Torres quien ajustó linderos e hizo un empadronamiento de tierras. La razón de
estos conflictos era sencilla: las tierras ya se habían vuelto rentables por el
sembrío de viñedos, pues en Pisco las cepas traídas por Francisco Caravantes se
desarrollaron exitosamente.
En
síntesis, la riqueza del valle dependía de la plantación de viñedos y la
extracción de todos sus derivados, como aguardientes y vinos. Esta fama fue
trascendiendo el XVII, de allí la visita frecuente de piratas como Jacobo
Hermite (1624). Algunas veces los vecinos enfrentaron a los saltadores en
desventaja, pues dado que escaseaban en el lugar efectivos del ejército
colonial los lugareños se rendían y pagaban fuertes rescates.
Pero
también el valle era codiciado por las plantaciones de caña de azúcar de la
hacienda Caucato, dátiles e higos de las haciendas del desierto como Santa
Cruz, Santo domingo, Lanchas y El Sapo.
Por
último, gracias a una importante población esclava se cultivaban en cantidad
todos los productos del valle, que podían exportarse a las provincias del
interior, Lima e incluso España. Uno de los mejores relatos sobre la producción
del valle y su sistema de comercialización es la que nos ofrece, en 1712, el
viajero Francis Frezier: "No sólo por la venta de mercaderías de Europa
los barcos hacen escala en Pisco: lo hacen también para comprar vino y
aguardiente a mejor precio y en mayor cantidad, que en cualquiera otra parte (.
.. ) Al S.E. donde los productos son los mejores del Perú, esos vinos son muy
generosos y marean fácilmente y por ese motivo poco los toman los españoles:
más bien los compran los negros, indios, mulatos y gente parecida.
En
lugar de vino por curiosa prevención muchos españoles toman aguardiente. Las
parras de la campiña que no quedan cómodamente regadas por acequias, van
plantadas de tal modo que no les haga falta ni lluvia ni regadío. Pues cada
parra está en una poza de 4 a 5 pies de hondo, alcanza la humedad interior de
la tierra. Por lo demás no toda la comarca goza de esta fertilidad; el conjunto
más bien es árido y seco y fuera de las llanuras y valles no se puede vivir. Y
hasta en los lugares húmedos el agua tiene un sabor a sal que perjudica la uva
y persiste en el mismo aroma de los vinos.
Se
encuentra también en los alrededores de Pisco toda clase de frutas como peros,
naranjas, limones, guayabas, plátanos, dátiles, etc. La abundancia de los
comestibles allí cosechados y el movimiento comercial son los motivos porque
los pisqueños vivan muy desahogados y puedan entregarse a menudo a espectáculos
públicos como son las corridas de toros, teatros y carnavales" (citado por
Castillo 1947: 136-137).
Hacia
el siglo XVIII las mejores haciendas del valle eran propiedad de la Compañía de
Jesús, congregación que ha pasado a la historia colonial como eficiente
administradora de sus propiedades, especialmente las agrícolas. La lista de las
haciendas jesuíticas en Pisco hacia 1767 era la siguiente:
Nombre
Producción Valor
Chacarilla
de Santiago Hierbatería 6.592.4
Sta.
Rosa de Caucato Caña 143.958.3
Sta.
Cruz de Lancha Viña 47.735.7
San
Juanito Alfalfa y olivos 509.6 Cóndor Viña 160.526.0
Humay
Viña 132.560
Total:
491.882
Fuente:
Macera (1977, 111: 16-26)
CAUCATO,
LA HACIENDA MÁS
PRÓSPERA DEL VALLE DE PISCO
Parece,
según testimonios consultados, que la hacienda más conocida y próspera del
valle era la de Caucato. A pesar que el cultivo tradicional del valle era la
vid esta hacienda era la única que producía caña, teniendo además un ingenio de
azúcar y una población de 180 esclavos.
La
historia de esta gran propiedad se remonta a 1622 cuando Caucato era "un
buen viñedo al sur de Lima" regalado a los jesuitas por testamento de la
pareja Pedro de Vera-Juana de Luque; "estaba pertrechada, con esclavos y
una yesera que es el corazón de la hacienda" (Macera 1977, ID: 119).
Recibida
esta propiedad, los jesuitas debieron afrontar los inevitables problemas que
frecuentemente acompañaban a los donativos que recibían. En efecto, Caucato y
algunas tierras vecinas serán codiciadas por los parientes de los donatarios
con quienes la Compañía tenía algunas obligaciones. Llegado el momento de
elegir entre el pleito judicial, un concierto amistoso o el abandono de las
tierras, el consejo final del respectivo "Parecer" hacía presente
como principal razón el buen nombre de la Compañía: "Porque se ganará el
ahorro de muchas penalidades, aflicciones, pobrezas y empeños y lo que es más
peso es, martirios de la opinión de la Compañía que tan pesada está por esta
negra hacienda... será de más descanso y mejor servicio de Dios y cosa más
gloriosa dejarlo todo y sacudir los zapatos huyendo de Caucato ... para sacudir
carga de tantos enfados y dolores y procurar desmancillar el obraje de nuestra
religión" (Macera 1977, ID: 119-120). Lógicamente cuando los jesuitas
fueron expulsados en 1767 sus propiedades en el valle fueron a pasar a la administración
de Temporalidades, siendo adquiridas luego por peninsulares o criollos a
finales del XVIII.
Los
cañaverales de Santa Rosa de Caucato fueron vendidos en 1774 a Juan de Trujillo
y en 1796 a Fernando Penagos. Los viñedos de San Ignacio de Humay a Juan
Garcíade los Reyes (1774), San José de Chunchanga a Silverio Bernales (1774) y
Santa Cruz de Lancha a Francisco del Villar y Dehesa (1775); finalmente, el
Olivar de San Juanito a Phelipe Manrique de Lara en 1781 (Aljovín 1990:
228-229). 1I.
ENTRE EL VIRREINATO Y LA
REPÚBLICA:
En
un documento del Juzgado de Aguas del Archivo General de la Nación, se
encontró, para el año 1800, la siguiente lista de haciendas y terrenos en el
valle de Pisco con su respectiva extensión:
Valle
de Pisco (1880)
Haciendas
y terrenos
San
Juan de Cóndor
San
Juan de Francia
San
Cayetano Cabezo Blanco Hzda. de Bravo, o la Chacarilla Idem. de Chongos Cabeza
Prieto Mensia Sárate Manrique Núñez Ballejo Bandín Querejazu San José y Patio
Caucato Santa Catalina Mexia Santo Domingo Tierras de Huamani Figueroa Nombrada
Truxillo en Polan Capa Azul Juan José Ruíz San Jacinto José Leandro Lizarzaburu
José Santos Hierro Justo Romero San Cayetano de Caraya Ramón de la Rosa
Sebastián Díaz D. José Berris San Martín Ronseros León San Miguel Campo Verde
Comunidades Lescano Melena Total: Juan Luis Orrego Penagos Extensión (en
fanegadas) 77 8 93 100 14 200 18 19 69 120 77 13 70 91 143 326 40 120 40 12 16
24 '}9 5 7 2 33 8 1.5 93 3 1.5 20 24 72 4 1.5 2 40 1 1 1910.51
Al
entrar al siglo XIX vemos en el valle como propietarios a nuevos personajes.
Aparte de los ya mencionados por la compra de Temporalidades, tenemos a Francia
Vila (dueña de la hacienda Mejía), Saledonio Lizarzaburu (de Lizarzaburu), Juan
de Robles, José Blanco de Azcona, Claudio Fernández Prada, el Marqués de San
Miguel, etc.
De
otro lado, si tenemos en cuenta que una fanegada equivale a 30 mil metros
cuadrados -3 hectáreas- en Pisco 10 haciendas (Caucato, Chongos, San José,
Manrique, Mejía, Cabezo Blanco, San Cayetano, Querejazu, Cóndor y Ronceros)
ocupaban en 70% de las tierras fértiles del valle, siendo Caucato la más
extensa e importante.
Caucato
fue adquirida por el peninsular Fernando Penagos quien la administró y la hizo
producir durante 20 años. Al reunir una respetable fortuna regresó a España a
disfrutar de sus rentas y en su lugar dejó la administración de su propiedad a
su sobrino Francisco Penagos. Según los testimonios consultados, parece que
este personaje administró tan mal Caucato que tuvo que venderla a Fernando del
Mazo -esto en vísperas de la Independencia- quedándose con una pequeña porción
que conservó el nombre original: Santa Rosa de Caucato (Castillo 1947 y Flores
Galindo 1884).
Los
demás fundos del valle eran muy pequeños y la mayoría se dedicaban al cultivo
de viñedos y productos de panllevar; las más extensas -sin contar los
cañaverales de Caucato- aparte de la vid se dedicaban a la fabricación de vinos
y aguardientes. Las descripciones más interesantes del valle por aquella época
corresponden siempre a los viajeros. Julián de Mellet en 1815 visitó el puerto
y todo el valle dejándonos el siguiente testimonio sobre la producción local:
"Los alrededores de la ciudad, a un cuarto de legua del mar, estan
cubiertos de viñas y producen en abundancia toda clase de excelentes frutas de
Europa y América; el vino que se fabrica se llama lancha y es reconocido, tal
vez, por el mejor de todo el Perú; y el aguardiente es tan bueno y mucho más
fuerte que el cognac, tan renombrado en Francia " (Mellet 1971 , 1: 91).
Señala
asimismo el número de habitantes, aproximadamente 2600, siendo casi todos
mestizos y cuarterones. El aguardiente se transportaba en tinajas de barro
conteniendo cada una 120 o 125 botellas. Menciona otros productos menores como
papas, camotes, mandiocas, plátanos, pistachos, etc.
Por
último, con respecto al comercio indica la venta de corderos y cabezas que
transportaban de las serranías -seguramente Ayacucho, por existir una ruta…
Juan
Luis Orrego Penagos, continúa y afirma:
“…desde
los tiempos prehispánicos- y enviaban a Lima y Guayaquil. Otro viajero, Gabriel
Lafond de Lurcy, cuando visitó Pisco en 1822 nos dejó un excelente relato sobre
los licores elaborados en el valle y su comercialización: "Este valle. así
como los de Chincha y de Cañete , estan cultivados casi todos de viñas, dátiles
y olivos.
Es
allí que donde se elabora el mejor aguardiente del Perú: antes de la guerra de
Independencia, se exportaba a Chile y hasta California. Se fabrica allí también
una variedad hecha con uva moscatel, la que tiene gusto del vino de Frontignan
y del aguardiente de Endaya, al que se llama aguardiente de Italia.
Estos
aguardientes se conservan en pipas de tierra de diferentes dimensiones, que
contienen de veinticinco a ciento cincuenta botellas. el depósito tiene la
forma de una betarraga y el orificio está situado en la parte ancha. El
interior está revestido de brea mineral que impide la filtra ción. Esta masilla
da un sabor desagradable al licor, al que, por lo demás, se conserva claro y
límpido como el kirsh.
Los
viñadores obtuvieron de Carlos IV el monopolio de la fabricación de los licores
espirituosos. Esta medida puso fin a la competencia que les hacían los
productores de azúcar por la fabricación de ron " (Lafond 1971, II: 176).
Con
respecto a la irrigación del valle, Lafond se remonta a los tiempos
prehispánicos cuando los indios cavaron el terreno hasta encontrar humedad y
luego, después de haber construido canales de irrigación hasta las aguas del
río, cultivaron maíz; sin embargo, a la llegada de los europeos se sustituyeron
estas plantaciones por la viña.
De
otro lado, nos parece importante la mención que hace el viajero sobre el guano,
fertilizante tan eficiente que no se le empleaba sino en pequeña cantidad y
siempre diluído en agua; sin esta doble precaución quemaría la planta a
fertilizar.
Por
último señala que en el fondo de la bahía de Paracas se encontraba agua dulce y
más al sur un yacimiento de sal gema; estas salinas abastecían toda la
provincia. A otro viajero, Roberto Proctor, le sorprendía en 1824 que en el
puerto había un gran comercio de "aguardiente, arroz, azúcar, tabaco y
cera" (1971 , II: 292). El viajero William Bennet Stevenson calculaba, en
1825, la producción de vinos y aguardientes en 150 mil galones al año; asimismo
describe la fábrica de jabón de Caucato y el número total de la población
esclava de Pisco, Chincha y Cañete, de unos 8 mil trabajadores.
7.
EL SEGUNDO DESEMBARCO:
LA FRAGATA “SANTA ROSA” ALIAS
“LIBERTAD”
Los
días 14 y 15 de setiembre señaláronse por la producción de tres acontecimientos
extraordinarios. Fue el primero la aparición en Pisco de la fragata “Santa
Rosa”, alias “Libertad” perdida y ansiosamente aguardada desde el 3, y en cuyo
casco eran conducidos, al cuidado y a las órdenes de Miller, dos compañías del
batallón argentino No. 8, otras tantas de la artillería de ls Andes. Había
llegado del puerto al curtel general, un parte con el anuncio, e incontinente
alegría rompió risueña en todos los corazones (7). Se le mandó fondear en
Paracas, con los otros buques, y allí proceder al desembarco de su preciosa
carga. Era porque los elementos necesarios para la operación, se encontraban
todavía en esa ya denominada “bahía de la Independencia”. (8)
8. EL
COMISIONADO DEL VIRREY PEZUELA EN CAUCATO
El
segundo suceso extraordinario, fue la presentación en el campo, de un
comisionado de Pezuela. A las once y media de la mañana del mismo 14 (9), se
avisó desde Caucato, el arribo de dicho parlamentario, conductor de importantes
pliegos, que estaba encargado de entregar al general en jefe independiente,
según instrucciones, “en la propia mano”. Déjale Arenales seguir, pero vendado
entre competente escolta. Una hora más tarde es presentado a San Martín. Es un
joven alférez del regimiento hispano de Húsares de la Guardia, andaluz genuino,
móvil, alegre, decidor, y como apunta Espejo, “mozo muy despierto y de carácter
festivo”.
Se
llama Cleto Escudero. Desde el primer instante se hace blanco de todas las
simpatías. San Martín le da alojamiento en su propia casa, y encomienda a su
edecán, el capitán don José Caparrós (peninsular también), la misión de
cuidarlo y atenderlo, pero “sin perderlo de vista un solo instante”. Comprende
bien el astuto generalísimo que la comisión ostensible del enviado envuelve
forzosamente otra secreta, interesantísima para el virrey; cual es la de
calcular, así fuera a ojo de buen cubero, el efectivo mínimo y los recursos
aproximados de que dispone el ejército invasor.
9. LAS
BANDAS DE MÚSICA DE SAN MARTÍN
Cuenta
el testigo ocular antes citado, que para burlar ese objetivo, oculto, pero
“indudable”, San Martín ordena que, en la noche, así en la plaza mayor como a
la puerta de todos los cuarteles, se dé la retreta reglamentaria por mayor
número de bandas que de cuerpos: aquí, a la par, música y cajas; allí, cajas y
pífanos; allá, cajas y cornetas; acullá cornetas solas, etc.
Observan
los patriotas que Escudero, a la disimulada, lleva cuenta de esa exagerada
serie de marciales armonías, surgentes en multiplicados momentos y lugares.-
“Cuántas bandas a todo esto tienen? – pregunta, al fin (ya incapaz de
contenerse), Escudero a Caparrós – “Veinte”….y ustedes?- repregunta a su vez el
edecán patriota.- “Cincuenta, con la de la catedral”…la andaluzada del salado
alférez es, en el nutrido grupo de oficiales independientes que le rodea,
recibida con una carcajada sonora y general.
10. LORD
COCHRANE PERSIGUE A DOS FRAGATAS ESPAÑOLAS
El
tercer suceso extraordinario a que nos hemos referido, es la intempestiva inimaginadora
aparición de buques enemigos (15 de setiembre). Sábese después que son la
fragata “Venganza” y la corbeta “Sebastiana”; uno y otro de guerra, que,
noticiosos del aislamiento de la “Santa Rosa”, han proyectado hacerla buena
presa. Son las doce del día cuando esos barcos, a primera vista sospechosos,
comparecen en la curva lejana terminal del horizonte. Todo es verlos, y dar
Cochrane la orden de salida en su persecución. Se efectúa esta y comienza la
caza. Va con el bravo marino la flota entera excepto la “Santa Rosa” que ya se
halla largando a tierra las fuerzas y los elementos de que ha sido tardía
conductora. A las tres de la tarde la escuadra patriota se pierde a los ojos de
quienes observan sus movimientos. A las diez de la noche se escucha un cañoneo,
aunque momentáneo. Un centinela no ha contado sino cinco disparos. La
persistente persecución se prolonga pero
falla, porque la fuga de las embarcaciones realistas halla fácil oportunidad y
protección en las tinieblas, a cuyo amparo amigo fondea en sus aconchamientos
del Callao.
11.
INICIO DE LAS
CONFERENCIAS DE MIRAFLORES
Al
mediodía del 15, San Martín extiende el nombramiento de los diputados que,
correspondiendo a la invitación de negociaciones y arreglos de paz traída por
Escudero, se trasladan a Lima o sus cercanías, a trabar conferencias en tal
sentido con los representantes de Pezuela. Esos diputados son: el llamado
secretario de gobierno en campaña, Juan García del Río; y el primer ayudante de
campo, del general en jefe, entonces coronel, Don Tomás Guido.
Inmediatamente
alístanse los elegidos para el viaje. Este debe emprenderse el mismo día; pero,
por circunstancias que se explican en su lugar, no tiene efecto hasta el 19 de
setiembre.
A
las once de la mañana del 16, la fragata “Santa Rosa” termina su tarea; y las
fuerzas desembarcadas en el abra de la Independencia, rompiendo la marcha con
la fresca de la tarde, reincorpórase esa noche, entre la universal alegría, en
el grueso del ejército que acantona en Pisco, lugar en donde los esperan
cuartel y ranchos confortables. La escuadra ha reingresado hacia el mediodía
tras una travesía larga, y, más que nada infructuosa.
12.
SAN MARTÍN EN
CHINCHA
Después
de la revista que, a las cinco de la tarde del 21, hace practicar de las
fuerzas existentes en el cuartel general (11), por el jefe de E.M. del Ejército
Unido (12), manda San Martín, el 22, que el regimiento de granaderos a caballo,
con su jefe coronel don Rudecindo Alvarado a la cabeza, avance de Caucato a las
dos Chinchas, Alta y Baja, hecho lo cual pónese en viaje el 23, a esos dos
puntos, para estudiar el terreno por sí mismo y calcular las necesarias
operaciones que en aquél pueden pronto desarrollarse. Acompáñanle sus edecanes,
ayudantes, ingenieros y una pequeña escolta.
Practicados
los estudios convenientes vuelve a Pisco en la noche del 24 “complacido y
satisfecho del espíritu patriótico y entusiasta” de los habitantes de la región
“que con vehemencia represéntanle las vejaciones y violencias que les han
inferido las tropas y autoridades realistas al retirarse” (13).
13.
FRACASO DE LAS
CONFERENCIAS DE MIRAFLORES
Llega
aquel pacto de armisticio al cuartel general el 29, conducido por el ayudante
don José Arenales que, como se dijo, partiera con Guido y García del Río;
representantes que, rotas las conferencias dirigidas a la celebración de una
paz estable, reconstitúyense en Pisco, a las 7 de la noche del 4 de octubre
(15).
Precisamente,
aquel día es el último de los ocho a que extiéndese la tregua ajustada; y, en
consecuencia, el campamento imagínase gozoso, que ha llegado el ansiado
momento, de barrer con los dominadores del suelo, y de reafirmar, con la
redención del Perú, la causa genérica de la independencia americana.
Hasta
entonces (29 de setiembre a 3 de octubre) nada se ha tenido de notable; a no
ser la noticia, recibida el 1º. de la conjuración de Lavín en Arequipa; la
llegada de una embarcación, con víveres, de Valparaíso; y el viaje del general
en jefe a Paracas, primero (30 de setiembre), y a Caucato después (2 de
octubre) en preparación de las operaciones que dice proyectar.
14.
MOVIMIENTO DE
TROPAS EN LA HACIENDA CAUCATO
El
día 2 de octubre, en efecto, prodúcese en el acantonamiento de Caucato, un
movimiento inusitado, precursor de acontecimientos extraordinarios. Arenales y
la división de vanguardia han recibido mandato perentorio de “alistarse para emprender
marcha al primer aviso” y todo es, pues, actividad, satisfacción, ruido y
alegría, entre los patriotas acampados en la hacienda del Mazo. Ese aviso se
imparte el 3, fecha en que, hacia la tarde el héroe de La Florida y sus escasas
pero valientes tropas, vencen las dos arenosas leguas que se extienden entre
Caucato y Pisco, y penetran marciales y animosas en el cuartel general. Dase
aquella misma noche, en las oficinas de éste último organización conveniente y
definitiva a la división que, desde aquél día, empieza a denominarse “de la
Sierra” (organización que detallaremos en su lugar); y comunicase a su jefe el
día 4, la orden del partir el 5.
15.
200 AÑOS
DESPUÉS: LA CEREMONIA OLVIDADA
Continúa
el Dr. Germán Leguía y Martínez:
“En
la madrugada de esta última fecha (5 de octubre de 1820), según Espejo, o a las
once de la mañana conforme al “Diario de operaciones” tantas veces citado, la
división saliente forma en la plaza de armas del pueblo con sus mil ciento
treinta y ocho plazas; y, después de recibir una bandera de manos propias de
San Martín, que exige la solemne promesa de honor, habitual en estos casos y de
ser proclamado en forma entusiasta por su jefe, rompe camino sobre Ica e inicia
la que históricamente se conoce con el nombre de primera “campaña de
penetración de Arenales”, tan dichosamente llevada a término, aunque táctica y
estratégicamente condenable; y campaña en que llévanse a efecto, en medio y a
pesar de su peligroso aislamiento y temeraria evolución, proezas de las que
extensamente daremos cuenta en capítulo separado.
No
el innoble sentimiento de la envidia, pero sí el de la tristeza o del
descontento, imperan, entre tanto, en el espíritu de los expedicionarios que
quedan en Pisco, al ver alejarse a aquellos compañeros, por cierto más felices,
que al fin encuentran ocasión de ilustrar su existencia y su nombre con nuevas
hazañas. Tales tristeza y descontento acentúanse y hácense tanto más
justificados, cuanto que en el transcurso de los subsiguientes días, deslízanse
las horas en la misma plena e insoportable inmovilidad”.
16. OPERACIONES MILITARES DESPUÉS DEL DESEMBARCO DE LA
EXPEDICIÓN LIBERTADORA EN PARACAS – PISCO, EL 8 DE SETIEMBRE DE 1820
Algunos
datos del diario militar del General José de San Martín:
“Desde
el 8 hasta el 11 desembarcaron los demás cuerpos del ejército; y en éste último
día tuve la satisfacción de ver entrar al Águila con el bergantín Araucano,
cuya falta dejaba un vacío notable en los elementos de esta campaña.
El
12 establecí mi cuartel general en Pisco, y mandé que se avanzasen algunas
partidas de caballería, sobre Caucato y Chincha con el principal objeto de
recolectar ganado y cabalgaduras para facilitar mis operaciones; a los pocos
días tuve ya montados los dos regimientos de caballería, a pesar de las
anticipadas medidas del enemigo.
El
13 mandé una división compuesta del batallón número 5 y 50 granaderos al mando
del coronel mayor don Juan Antonio Álvarez de Arenales, marchando a la gran
hacienda de Caucato, legua y media de Pisco: el 14 quedó situada en aquel
punto, y los destacamentos de granaderos corrieron el valle de Chincha con el
mismo objeto que antes,. En este día se hizo también un reconocimiento sobre
Ica por los capitanes Aldao y Lavalle; y al siguiente entró en la bahía el
trasporte Libertad.
El
19 dispuse que el batallón número 11 y el regimiento de granaderos a caballo
fuese a relevar al número 5; el 22 avanzaron los granaderos y ocuparon los
pueblos de Chincha Alta y baja; en este día entró el bergantín María Elena procedente
de Valparaíso.
El
23 pasé a reconocer en persona el valle de Chincha: en el pueblo bajo estaban
situados dos escuadrones de granaderos a caballo y uno de los mismos en el
alto. Los naturales mostraban la mejor disposición en favor de nuestra santa
causa, y las quejas de las recientes vejaciones que habían sufrido al retirarse
el enemigo, estaban acompañadas de un resentimiento bien marcado: di varias
órdenes al coronel de granaderos y regresó al cuartel general.
La
escuadra había salido días antes a practicar un reconocimiento ente la punta de
la Nasca y la altura del Callao, por haberse avistado enfrente de este puerto
las fragatas Esmeralda y Venganza. Es probable que ellas hubiesen aumentado
nuestras fuerzas navales si la previsión de Lord Cochrane no le hubiese
determinado a volver al puerto, para no dejar sin protección los transportes,
en el caso que el enemigo intentase dar un golpe de mano, sin esto, la escuadra
habría continuado su caza, aunque parece que el enemigo no está inclinado a observar
de cerca las maniobras. El 25 regresó el vice – almirante; y en el mismo día
entraron la fragata Hércules y la balandra cañonera”.
Fuente:
“Epopeya
de la Libertad”
Reminiscencias
Históricas de la Independencia del Perú
TOMO I
Setiembre
a Diciembre de 1820
Autor:
Manuel C. Bonilla
Págs. 80
a 84
Lima
1921
17. LOS PRIMEROS RECLUTAMIENTOS:
Voluntariedad y masividad
Antes de embarcarse con rumbo al norte el
Ejército Libertador del Perú, formado por tropas rioplatenses y chilenas bajo
el mando del general José de San Martín, recibió un conjunto de instrucciones.
Estas fueron dictadas por el llamado Senado Conservador de Chile pues, aunque
las fuerzas ultramontanas vivían una situación política compleja tras la caída
del Estado central de Buenos Aires, constituyéndose prácticamente en un cuerpo
militar independiente (Rabinovich, 2012, pp. 205-240), las instrucciones dictadas en Santiago fueron una
guía estratégica para todo el Ejército, al menos hasta que las condiciones
concretas de su operación dictaran otra cosa.
El
Senado fue claro al instruir que una vez desembarcadas las tropas, y antes de
entrar en batalla, se evaluara la necesidad de alistar nuevos soldados. Si bien
es cierto que las fuerzas invasoras eran veteranas de la guerra de Chile, donde
habían combatido por más de dos años, su número y la distancia de sus fuentes
políticas y logísticas podían hacerlas fácilmente superables, colapsando
rápidamente el esfuerzo militar en que estaban comprometidas. Se necesitaba
establecer un centro de operaciones, conseguir alimentos para los hombres y las
cabalgaduras y aumentar el número de sus combatientes. Según estas instrucciones,
al sumar nuevas tropas se debía cuidar que cada “casta” fuera incorporada en
unidades separadas, para evitar roces y atentados contra la disciplina militar.
Junto a ello, le indicaba a San Martín que recibiera a todos los “negros”,
concepto que en esta ocasión se usó como sinónimo de esclavos, que se
presentaran de manera voluntaria, sin dar por entendida su libertad, a no ser
que concurrieran gravísimas circunstancias (Colección de leyes, decretos y
órdenes publicadas en el Perú desde su independencia en el año 1821 hasta 31 de
diciembre de 1830, 1831, t. I, pp. 3-4).
Dicha
libertad era una resolución que solo podían tomar las autoridades políticas que
se establecieran en el Perú una vez que este fuese “liberado”, y no era resorte
del general en jefe decidirla, menos aún si atentaba contra el derecho de
propiedad. Ello fue recalcado al disponer que, si sobraban reclutas esclavos,
uno o dos batallones de los mismos fueran enviados a Chile, a menos que eso
resultara contraproducente para los amos. Lo anterior, puesto que el Ejército
Libertador del Perú contaba con una jurisdicción militar limitada y concedida
por un gobierno extranjero al territorio donde iba a operar. Esta le permitía
actuar en términos bélicos, pero no tomar decisiones políticas que solo correspondían
a las autoridades legal y legítimamente establecidas en un Estado soberano, que
todavía no existía.
LOS NEGROS
ESCLAVOS PATRIOTAS
DE LA HACIENDA
CAUCATO
Sin
embargo, en septiembre de 1820, una vez que las tropas arribaron a Pisco, los
hechos se precipitaron. En un evento recogido por distintas fuentes, numerosos
esclavos huyeron de las haciendas aledañas y se agolparon a las puertas del
campamento sanmartiniano para unirse a sus tropas (Orrego, 1996, p. 167). Según el diario de operaciones del Ejército Libertador,
publicado en la Gaceta del gobierno de Chile, por donde este
pasaba se le unían familias de lugareños y negros, mientras que en la hacienda
Caucato se escogieron 500 de un total de mil esclavos que acudieron
voluntariamente a enlistarse.3 Probablemente,
estos venían de las propiedades cercanas. Según las memorias del general
William Miller (1912, t. II, p. 40), dicha hacienda contaba con 900 esclavos, muchos
de los cuales se habían escapado, tal como lo había hecho su dueño (aunque con
diferentes motivaciones), al tener noticia de la llegada de los invasores
venidos del sur.
La
cifra de reclutados fue posteriormente aumentada a 650, según lo escrito por el
propio San Martín al ministro de Guerra y Marina de Chile, número de soldados
que conformaba el total del pie de un batallón de la época.4 Según
el general, los escogidos eran los mejores hombres de entre muchos más que
seguían al ejército los que, en su opinión, luego de algunas semanas de
entrenamiento, ya estaban preparados para integrarse a las filas de los
batallones de libertos preexistentes, es decir, los batallones Nº 7 y Nº 8 del
Ejército de los Andes.5
Tal
posibilidad parecía ser largamente esperada, pues ninguno de estos cuerpos
había salido con su personal completo de Chile, donde desde 1817 se habían
reclutado tanto esclavos como afros libres para reemplazar sus bajas, aunque
este alistamiento no había sido suficiente, más todavía para batallones que
habían hecho toda la campaña chilena, incluyendo las batallas de Chacabuco y
Maipú. Ello conllevaba bajas derivadas de la muerte, la deserción o la
invalidez de muchos soldados, como se daba cuenta en julio de 1820, solo unos
meses antes de que se embarcaran hacia el Perú.6 Lo
anterior hacía más que necesarios los nuevos reclutas peruanos. Es posible que,
por el número de los alistados, estos llenaran con creces las carencias a las
que se ha hecho mención. Por lo anterior, es muy probable que parte de esos
soldados fueran integrados a otros cuerpos, o formaran unidades independientes,
como los exploradores a los que hace referencia Miller y que llama “los infernales”, por el color rojo de sus
vestimentas (Miller, 1912, t. II, p. 144).
En
alguna medida, con el alistamiento de estos primeros esclavos se inauguraba un
período de reclutamiento masivo de morenos y pardos esclavos, en particular en
las haciendas cercanas a los campamentos del Ejército Libertador. Sin embargo,
en una primera etapa dicho alistamiento dependía de los propios siervos,
quienes de motu proprio acudían a enrolarse, sin que desde los mandos
sanmartinianos se realizaran acciones directas para incentivar su
incorporación. En esa oportunidad el general en jefe se limitó a declarar que
su intención solo era amparar a los que se presentaran voluntariamente a tomar
las armas, y que los dueños tenían derecho a ser reintegrados de su valor una
vez establecido un gobierno nacional en el Perú.7 Parecía
que, a pesar de la huida de muchos con sus amos, u otros de esconderse en
lugares remotos, la cantidad de hombres dispuestos a unirse al ejército cubría
con creces las expectativas de los militares sureños.
18.
LA ORDEN DE
OPERACIONES DE LA EXPEDICIÓN DE LA SIERRA
En cuanto a los fines y objetivos de esta expedición
ella estaba destinada a ganarse a la causa patriota a los pueblos del centro
del Perú, haciéndose todo lo posible para que proclamasen su independencia y
estableciesen sus propias autoridades. También se llevaría a cabo la formación
de partidas guerrilleras, que tan importante papel jugarían posteriormente. Con
fecha 4 de octubre y desde su cuartel general en Pisco, San Martín suscribió
unas Instrucciones para Álvarez de Arenales. Transcribimos las citadas
Instrucciones, porque nos permiten una mejor comprensión de lo que significaría
esta campaña militar.
"A las virtudes militares y cívicas del coronel
mayor don Juan Antonio Álvarez de Arenales se le confía la expedición de la
sierra.
Poco me extenderé en los detalles de estas
instrucciones, cuando estoy persuadido que la prudencia y tino lo preserva todo
y solo me referiré a lo más preciso, en lo siguiente:
1° Queda facultado para nombrar gobernador, intendente
y demás empleados de las provincias que ocupe a nombre del supremo gobierno que
se nombre en el Perú.
2° Lo más pronto que le sea dable se internará en la
sierra con su división para penetrar en Huancavelica, pueblo grande y de
recursos en donde dicha división puede aumentar su fuerza; de Huancavelica
puede marchar a Jauja que no dista más de 30 o 40 leguas. Todo ese país ofrece
grandes recursos de víveres y transporte.
3° Siendo Jauja el punto central para dirigir
cualesquiera empresa sobre Lima y ponerse por el norte en comunicación con el
ejército, deberá preferir este para cuartel general de toda la división a fin
de fomentar el sistema en todas las provincias inmediatas cubriendo todas las
avenidas de las sierras hacia Lima.
4° Un destacamento tomará posesión del pueblo de
Trama, abundante en recursos.
5° Un corto destacamento sobre Huamanga sería
conveniente.
6° Luego que desembarque el ejército por el norte le
remitiré todos losa avisos que me sean posible para que sepa el punto en que ha
desembarcado y movimiento que haré por la sierra para unirse a su división.
A pesar de las presentes instrucciones, el coronel
Arenales está facultado para variarlas, en el supuesto que por este le concedo
carta blanca para sus operaciones.
Cuartel General en Pisco, 4 de octubre de 1820
José de San Martín
Como se puede apreciar por la lectura de estas
Instrucciones, ellas eran muy generales y dejaba a Álvarez de Arenales todo el
peso no solo de su dirección sino de los fines y objetivos a conseguirse y los
medios a través de los cuales ellos sería logrados. Verdadera carta blanca era
la que en verdad se le otorgaba y de allí el reconocimiento que siempre ha
merecido Arenales por esta trascendental campaña. Muy sucintamente la
reseñaremos, aunque reservando para el siguiente capítulo lo concerniente a la
independencia de los pueblos de la zona central del Perú, conseguida justamente
como consecuencia de esta campaña.
Las fuerzas de Arenales emprendieron campaña el 5 de
octubre, marchando con dirección hacia Ica (I).
EN VIRTUD DE TAL ORDEN, LAS
TROPAS DEL DESTACAMENTO, en vivac, desde la antevíspera, en la hacienda
Caucato, se dirigieron a Pisco, en cuya plaza fueron proclamadas y en la tarde
del día 4 de octubre de 1820 emprendieron la marcha, con el nombre de “EXPEDICIÓN
DE LA SIERRA”, A TRAZAR el itinerario de sus proezas, el cual revelaría el
lugar preciso destinado posteriormente, a ser escenario de la victoria decisiva
de la libertad sudamericana.
19. EL JEFE DE LA EXPEDICIÓN DE LA SIERRA:
ARENALES, EL VENCEDOR DE LA FLORIDA
La batalla de Florida o batalla de La Florida fue
un enfrentamiento armado que se libró el 25 de mayo de 1814, en el pueblo de Florida (en la
actual Tercera Sección de la Provincia Cordillera en el Departamento de Santa Cruz) y los márgenes del río
Piraí,
en la zona del chaco boliviano y fue una
importante victoria de los patriotas sobre los realistas, ya que después de ésta, los primeros reafirmaron su
gobierno en Santa Cruz de la Sierra y las Provincias Unidas del Río de la Plata pudieron conservar
su proceso emancipador.
La principal calle peatonal de Buenos Aires lleva el nombre
de Florida en su homenaje que
comandaron en conjunto los entonces coroneles Ignacio Warnes y Juan Antonio Álvarez de Arenales.
20. LA HACIENDA CAUCATO EN EL BICENTENARIO
DE
LA INDEPENDENCIA
El
25 de mayo de 1825, la hacienda Caucato, situada en el valle de Pisco, que fue
secuestrada a sus propietarios Dernando del Mazo e hijos, que acreditan ser
peruanos y haber prestado servicios a la Nación, por Resolución de la Junta de
Gobierno, le es entregada.
En
la actualidad, la casa grande de la hacienda Caucato, específicamente, se
encuentra en estado ruinoso y dentro de la jurisdicción del distrito de San
Clemente, de la provincia de Pisco; escenario y monumento histórico, a espera
de un proyecto de puesta en valor, que impulse el turismo y el desarrollo
económico de dicha jurisdicción y las nuevas generaciones, que han nacido y
siguen naciendo en la hermana provincia de Pisco.
21. CONCLUSIÓN
Los pueblos del antiguo partido de Ica, hoy Región
Ica, participaron activamente, antes, durante y después del desembarco de la
Expedición Libertadora del Perú, con acciones patrióticas de inteligencia,
contribuyeron con una efectiva y gigantesca logística, y aportaron con hombres
y armas; decididos a luchar y ofrendar sus vidas por la causa de la libertad e
independencia.
La hacienda Caucato de Pisco, simboliza el poderío
agroexportador y económico del valle de Pisco, acumulado por 300 años de
esclavitud, durante el Virreynato del Perú; poderío que se logró gracias a la
mano de obra de negros esclavos, indios y mestizos peruanos, y del cual se
sirvió el Ejército Libertador del General don José de San Martín.
En la actualidad, las ciudades de Chincha, Pisco, Ica,
Palpa y Nasca, con las autoridades y la sociedad civil organizada; deben
proyectar y ejecutar una serie de actividades, durante los próximos meses y
años, organizando y revalorando la Ceremonia de Formación y Partida de la
Expedición de la Sierra del Ejército Libertador del Perú, primero en la Casa
Hacienda Caucato y luego en la Plaza de Armas de Pisco; con una gran
escenificación de impacto nacional e internacional.
Mag Juan
Carlos Romaní Chacón
Biblioteca
Municipal “José de San Martín”
Ica – Perú
12 de mayo
de 2020
BIBLIOGRAFÍA:
(1)CDIP, La expedición libertadora, tomo VIII, vol.
3°, p. 371
(2).-
J. Hipólito Herrera – Album de Ayacucho
Fuente:
“Epopeya
de la Libertad”
Reminiscencias
Históricas de la Independencia del Perú
TOMO I
Setiembre
a Diciembre de 1820
Págs. 48 al 95
Autor:
Manuel C. Bonilla
Lima
1921
3) AQUÍ NACIÓ LA PATRIA…
Conferencia cívica pronunciada el
21 de octubre de 1933 desde la Casa Municipal levantada sobre el mismo sitio
histórico en que el pueblo de Ica proclamó por primera vez en el país la
Independencia Política de la Nación, por el Prof. Alberto Casavilca, Comisionado
Escolar de la Provincia.
Concejo Provincial de Ica:
Alcalde, Dr. José Picasso Peratta
Comisionado para la conmemoración
Sr. Manuel A. Borrini
LIBRERÍA E IMPRENTA NIERI
1933
(I) Extraído de:
Paredes
M., Jorge G. “San Martín, La Expedición Libertadora del Sur y la Independencia
de los pueblos del Perú (1819 - 1821)”
Revista del instituto
sanmartiniano
Mayo 1936 AÑO II
No. 3
Págs.. 54, 55, 56, 57…
Fragmentos de la Historia del
Protectorado de San Martín en el Perú
Obra inédita del Sr. Dr. Germán
Leguía y Martínez
PARTE VII
CAMPAÑA AL SUR DE LIMA
CAPÍTULO
II
San
Martín en Pisco
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