viernes, 5 de junio de 2020


CRÓNICAS IQUEÑAS


La Siembra

Escribe: Juan Carlos Romaní Chacón
Publicado en el Diario La Opinión (Ica – Perú) el 13 de setiembre del 2003


En el corazón del valle de Ica, entre sembríos de espárragos, algodón y viñas, un tractor agrícola de doble tracción, va abriendo surcos en un terreno que hace mucho tiempo se dejó de cultivar, por falta de agua y capital.

Es el mes de agosto, cuando el cli – clac de las tijeras de la poda, resuena en cada viñedo de Los Aquijes, señal de que van cortando los sarmientos de las parras, en forma precisa con arte y exactitud, en los puntos estratégicos para obtener una mejor producción.

Hombres y mujeres del campo, curtidos en las faenas diarias, batallando contra la falta de agua y las mil peripecias para mantener sus cultivos, en especial sus viñas, esperando los meses de febrero y marzo para cosechar la bendita uva quebranta, la negrita, que ayudará en algo a la economía familiar. A veinte soles la hora de agua de pozo, a cuarenta soles la hora de alquiler de tractor, y así va sumando su inversión, el pequeño agricultor; que ve con asombro como poco a poco, van rodeando su parcela, inmensos mantos de espárragos, que los grandes inversionistas nacionales y extranjeros, mantienen con esmero empresarial y el respaldo de la tecnología de punta.

La ironía del destino, hace que este rico valle, cuyo precioso capital es tener el mejor clima del mundo, convivan la pobreza del pequeño agricultor y la prosperidad de emporios agroindustriales, separados apenas, por trochas carrozables, polvorientos caminitos de tierra muerta.

Mientras que los flamantes gobiernos regionales en todo el país, buscan que promover el desarrollo de sus pueblos, y el gobierno central, se debate entre la incapacidad de sus funcionarios y la soberbia de un presidente fanfarrón; en el valle de Ica, en lo más profundo de la campiña iqueña, pareciera que el tiempo se ha detenido, con las mismas tradiciones y costumbres, con la misma forma de vivir, del sufrido campesino iqueño.

Estamos en el año 2003, en pleno siglo XXI, y al margen de las dificultades, siempre es alentador comprobar que el ingenio y la paciencia del hombre peruano, utilizando las herramientas de cada época, se impone a cualquier difícil situación.

Entre las chacras que circundan La Atalaya y Yajasi, están tres hombres detrás del tractor, que hunde el arado de acero en la tierra húmeda que despierta del abandono forzado. Cada uno con un estilo propio de arrojar la semilla de maíz en la línea abierta, que recibe el grano milagroso y luego con los pies, el sembrador va ocultando con admirable sincronización. Uno es de Yauca del Rosario, el otro es de Los Aquijes, y el tercero de Pueblo Nuevo. Hijos del campo, descendientes de los antiguos yungas que poblaron estas tierras antes del dominio incaico. Detrás de ellos, sus esposas, las valientes mujeres iqueñas. La mayor de ellas, es también de Yauca del Rosario, el distrito con las mejores tierras del valle de Ica, pero que solo producen cuando hay llapana, cuando caen los huaycos cada tres o cuatro años.

Ella y su marido pidieron ayuda a sus compadres para sembrar el terrenito….tienen que apurarse y alimentar las capachas de los sembradores, con más semillas y van gritando, avisando que el tractor alquilado no se salga de la línea de sembrío.          

En una hora de jornada, una hectárea ha sido sembrada. Y para lograrlo, hay muchas historias que contar, desde el préstamo del yauquino y su mujer para alquilar el terrenito; el traslado de sus vacas y caballos que cruzaron la pampa de Yauca, para llegar al centro poblado El Rosario – Los Aquijes, y salvarse de la sequía…hasta cómo desenterraron los sacos de maíz, gigantescas mazorcas que solo se producen en Yauca, luego de dos años, para utilizarlos hoy.

Pero, ésa es otra historia, por ahora observamos a los sembradores iniciar otra tarea, buscar grama, pasto, chala, para llevar a sus animales que lo esperan hambrientos en El Rosario.

Son las siete de la mañana y la ciudad de Ica aún duerme.

A las cinco de la mañana empezó el día, en la campiña iqueña.  

El Rosario – Los Aquijes, 12 de setiembre del 2003 

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