lunes, 17 de agosto de 2020

EL LEGADO DE BERNARDO O’HIGGINS Y LA GRATITUD DEL PUEBLO PERUANO

 Al cumplirse 200 años del embarque de la Expedición Libertadora

EL LEGADO DE BERNARDO O’HIGGINS

Y LA GRATITUD DEL PUEBLO PERUANO

 

Dos grandes personajes históricos que lucharon por la Independencia del Perú y de Sudamérica, y que nos legaron el libre albedrío, la libertad de pensar, de decidir, de hacer; que nos legaron nuestra nacionalidad y  el estado de derecho, en el que hoy vivimos; terminaron sus días, lejos de su patria, en medio de la deslealtad, de la ingratitud y víctimas de la codicia, la ambición de poder y de la corrupción, que contagió rápidamente, a varios países, como el Covid 19.

 

Un 20 de agosto de 1820, ambos héroes que libertaron Argentina y Chile, tenían en ese instante de la historia, un solo objetivo, un solo nombre en sus mentes:…..PISCO….llegar por mar, a la bahía de Paracas, en la hermana provincia de Pisco, de la actual Región Ica, Cuna de la Independencia…!! e iniciar en tierra firme, la última etapa de la Guerra de la Independencia, etapa decisiva que comprende desde el año 1820 hasta 1824, en tierra peruana.

 

Ambos personajes tenían la misma edad, 42 años, en la plenitud de todas sus facultades y con una hoja de vida envidiable, habiendo recorrido medio mundo, forjando su cuerpo, su mente, su espíritu; en diferentes países de Europa, nutriéndose de nuevas luces y de las ideas revolucionarias que germinaron en Francia.

 

El 25 de febrero de 1778 nació José Francisco de San Martín y Matorras, en Yapeyú, Virreinato del Río de la Plata; y murió en Boulogne-sur-Mer, Francia, el 17 de agosto de 1850.

Bernardo O'Higgins Riquelme nació en ChillánCapitanía General de Chile; el 20 de agosto de 1778 y murió en LimaPerú; el 24 de octubre de 1842.

 

Ha querido el destino que uno de los descendientes del Libertador de Chile y del Perú, Bernardo O’Higgins; sea peruano, y con la misma voluntad de acero de su antecesor: luchar por la libertad, por la paz, por la independencia, y esta vez, luchando por erradicar el letal coronavirus Covid 19.

 

Nos referimos a nuestro compatriota Gabriel Armijo O’Higgins, descendiente directo de don Bernardo, que durante muchos años, no dudó en realizar campañas educativas, conservando las clásicas patillas y usando el uniforme militar de época de su pariente, recorriendo todo el Perú; ganándose el cariño de la niñez y juventud, transmitiendo el mensaje de PAZ, AMISTAD, IDENTIDAD E INTEGRACIÓN EN EL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DEL PERÚ.

 

Y en plena pandemia, hoy continúa con su noble labor patriótica, a través de internet y de las redes sociales, levantando la moral de las nuevas generaciones, que apenas están conociendo la EPOPEYA DE LA LIBERTAD, que apenas están conociendo los héroes nacionales y extranjeros de la Guerra de la Independencia del Perú y Sudamérica.

 

Repasemos algunas líneas de lo que ya está escrito por historiadores peruanos y extranjeros, y a través de la lectura, revaloremos nuestra historia y nuestra identidad regional y nacional, para cerrar filas, con una actitud de fortaleza, esperanza y disciplina, para vencer a la pandemia y en el Bicentenario de nuestra Independencia.   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

O'HIGGINS Y LA EXPEDICION LIBERTADORA DEL PERU

 

Por

Juan Agustín RODRIGUEZ S.

Vicealmirante (R) Presidente Honorario del Inst. O’Higginiano de Valparaíso.

Armada Chilena. Revista de Marina. Julio-Agosto 1979

 

Pág. 489

 

Esta reunión se hizo en forma confidencial, para afirmar al general San Martín en el mando del Ejército de los Andes. Por otra parte el general no deseaba declararse en abierta desobediencia con el gobierno de Buenos Aires.

 

Las Heras en Rancagua reunió el 2 de abril la oficialidad del Ejército de los Andes en Asamblea, en la que se leyó un oficio del general San Martín manifestando que la oficialidad “bajo espontánea voluntad debía nombrar” un General en Jefe para comandarlos y dirigirlos, y salvar por este medio los riesgos que amenazan la libertad de América”.

 

La contestación de la oficialidad fue unánime en favor de San Martín, quien aceptó el mando del ejército que se incrementó inmediatamente alcanzando a fines de abril a 2176 soldados. En el mes anterior había llegado a Valparaíso el almirante Cochrane con la escuadra después del triunfo sobre Corral y Valdivia. Fue impuesto del proyecto del gobierno de enviar una expedición al Perú.

 

El almirante fue de opinión de realizar la expedición con menos fuerzas de ejército, proponiendo para comandarlas al coronel Ramón Freire.

 

Al respecto, el gobierno no consideró la idea de Cochrane, pues el Director Supremo ya había pensado que la expedición sería mandada por el general San Martín, llevando un ejército de 4000 soldados, de Chile y del de Los Andes.

 

Como el almirante insistiese en su parecer, O’Higgins, con serenidad y firmeza expresó a Cochrane que había decidido el nombramiento de San Martín, el que se encontraba reuniendo las tropas en el valle de Quillota, las que revistó a fines de mayo. El coronel Las Heras, ascendido a brigadier, fue designado Jefe del Estado Mayor del Ejército Expedicionario.

 

Cochrane, en su persistencia llegó hasta la presentación de su renuncia, mas O’Higgins, que consideraba de valor sus servicios navales, no aceptó el retiro. El almirante después de las explicaciones, puso todo su empeño en la preparación de los buques de guerra que debían escoltar la expedición y así como en el alistamiento de los transportes que debían llevar los soldados del ejército, el bagaje, armas, municiones y ganado.

 

El gobierno por su parte reunía los fondos que requería la empresa. Prestigiosos chilenos contribuyeron con aportes de 3000 a 12000 pesos. Los nombres de aquellos esclarecidos patriotas fueron publicados y se encuentran en el archivo del Ministerio de Hacienda. Contribuyeron con aportes, comerciantes ingleses de Valparaíso.

 

El 15 de junio, O’Higgins y San Martín se dirigieron a Valparaíso para informarse de los aprestos de la expedición. Los acompañaba el Ministro de Guerra, coronel José Ignacio Zenteno.

 

Los generales pasaron a Quillota a inspeccionar el ejército que recibió el nombre de Ejército Libertador, el que se componía de las siguientes unidades:

 

Batallón No. 2 de Chile de Infantería                630 soldados

Batallón No. 4 de Chile de Infantería                679 soldados

Batallón No. 5 de Chile de Infantería                344 soldados

Batallón No. 7 de los Andes de Infantería         461 soldados

Batallón No. 8 de los Andes de Infantería         480 soldados

Batallón No. 11 de los Andes de Infantería       590 soldados

Granaderos a caballo de los Andes                    421 soldados

Artillería de Chile                                            283 soldados

Dragones a caballo de Chile                             30 soldados

Zapadores de Chile                                          53 soldados

Cuadro Batallón 6 de Chile                              53 soldados

 

Total                                                               4024 soldados

Jefes y oficiales                                                  296

 

 

Pág. 490

 

 

REVISTA DE MARINA (JULIO – AGOSTO 1979)

 

El General en Jefe del Ejército llevaba como Secretario de Guerra a don Bernardo Monteagudo y Secretario de Justicia a don Antonio Álvarez Jonte. Además los coroneles Antonio Álvarez de Arenales y Toribio Luzurriaga estaban designados para mandar las tropas peruanas, que debía organizarse, para lo cual se llevaban 15000 rifles y 1000 sables, fuera de las municiones y vestuario.

 

A comienzos de agosto las tropas estuvieron listas para embarcarse, como también el gran bagaje del ejército, adquirido por el gobierno. Suficiente es consignar que la carga subía de 15000 cajones.

 

Para las tropas montadas se llevaban 800 caballos, monturas y herrajes. También se alistó una carga de alimentos para el ejército, la escuadra y transportes.

 

La escuadra, bajo el mando del Vicealmirante Cochrane, se componía de las siguientes unidades:

 

 

                                                                       Cañones           Hombres

1.      Fragata O’Higgins (buque insignia)      50                    516

2.      Navío “San Martín”                             64                    492

3.      Fragata “Lautaro”                                50                    353

4.      Corbeta “Independencia”                     28                    256

5.      Bergantín “Araucano”                         16                    110

6.      Bergantín “Galvarino”                         18                    114

7.      Goleta “Moctezuma”                           7                      87

 

Total                                                               233                  1928

 

 

Además de los buques nombrados, formaban la escuadra 14 lanchas cañoneras y 16 buques mercantes de transportes, cuyo personal eleva a más de 2000 la gente de mar embarcada.

 

Hemos dejado constancia del efectivo militar de la más vasta expedición que se organizó en América durante la emancipación de sus pueblos. Fue una extraordinaria empresa realizada por Chile bajo la dirección de su Director Supremo, general Bernardo O’Higgins, QUIEN LA LLEVÓ ADELANTE CON TESONERA actividad venciendo los innumerables obstáculos que se presenciaron.

 

 

 

ÚLTIMOS PREPARATIVOS Y ZARPE DE LA EXPEDICIÓN

 

El 10 de agosto, con todos los buques en la bahía de Valparaíso dispuestos por el almirante Cochrane, se dio comienzo al embarque y del bagaje en el puerto interior.

 

El 13 salieron de Quillota hacia Valparaíso los primeros batallones. Ese día zarparán a Coquimbo un transporte y el bergantín “Araucano” a embarcar un batallón de infantería. El 19 de agosto estuvo todo el ejército a bordo, dándose a conocer al general José de San Martín, como Jefe de la Expedición. A continuación se izó en todas las naves la bandera de Chile.

 

Era lógico que el pabellón nacional fuera el estandarte de la expedición. Así lo hizo presente el general San Martín al contestar una pregunta del Secretario de la Junta de Gobierno, don Gaspar Marín.

 

El zarpe de la Expedición Libertadora del Perú, como fue la denominación que se le dio, fue fijado para el 20 de agosto en homenaje al natalicio del Director Supremo, general O’Higgins. Valparaíso lucía un día de fiesta.

 

Estaban embanderadas las principales casas de la ciudad. Los habitantes desde temprano se habían congregado en la zona del puerto interior. Estaban llenos de alborozo, mostrando un franco patriotismo para despedir a los hombres de armas que salían a cumplir una misión de guerra. Las bandas militares contribuían al júbilo militar, O’Higgins, acompañado del general San Martín y del Ministro don Ignacio Zenteno, aproximadamente a las nueve de la mañana, bajaron del castillo San José a la plaza del antiguo puerto (hoy Echaurren). Se embarcaron en una falúa que los llevó al buque insignia, la fragata “O’Higgins”, donde fueron recibidos por el almirante Cochrane, a quien el Director le entregó sus últimas disposiciones.

 

A continuación se dirigieron al navío “San Martín”, designado para llevar al jefe de la expedición, general San Martín, a quien 0’Higgins le hizo entrega de su nombramiento de Capitán General del Ejército de Chile. En esa oportunidad el Jefe del Estado entregó la siguiente patriótica proclama:

 

Al Ejército Libertador:

 

“He sido muchas veces testigo de vuestro coraje, sé lo que debo esperar de vosotros en la campaña más importante de la revolución. El general que os manda es el mismo que os llevó, al campo de batalla de Chacabuco y Maipú, acordaos  de lo que hicisteis entonces y pensad en el glorioso destino que os aguarda.

 

“Soldados de Los Andes: vosotros disteis libertad a Chile, id al Perú i dejad escrito vuestro nombre con la sangre de los que os oprimen. Chilenos: vuestra intrepidez i la de las tropas auxiliares salvaron la República, segunda vez amenazada el 5 de abril; seguid la carrera gloriosa i mereceréis la gratitud de los habitantes del Perú, así como habéis merecido la de vuestra Patria.

 

“Ejército Expedicionario: Marchad a la victoria, id a poner término a las calamidades de la guerra i fijar la suerte de todas las generaciones venideras; estos son los deseos de vuestro amigo y compañero. O’Higgins”.

 

Después de entregar la proclama, el Director Supremo se despidió del general San Martín y acompañado del Ministro Zenteno y ayudantes, se dirigió a tierra.

 

Desde un pequeño muelle a las 2 de la tarde contempló el lento movimiento de las naves que llevaban sus anclas y tomaban rumbo al norte cumpliendo las órdenes del almirante.

 

O’Higgins mostraba su felicidad a los habitantes que lo rodeaban, y aplaudían con veneración. Pasadas las 6 de la tarde, el Director se dirigió al Castillo de San José, desde donde escribió el siguiente mensaje al Director que lo subrogaba en la capital. Decía:

 

“En este momento zarpa de este puerto la Expedición Libertadora del Perú i no permitiendo las graves atenciones que rodean al gobierno, los detalles de su composición y fuerza i elementos de guerra que consta, tengo la complacencia de comunicar a US para satisfacción del público, éste interesante aviso, añadiendo que fuera de toda expresión el buen orden con que se ha ejecutado el embarque de las tropas, el entusiasmo y alegría que éstas han manifestado a la presencia de un inmenso pueblo que realzaba la perspectiva de tan majestuoso espectáculo con las demostraciones más sinceras de sentimiento y gratitud hacia los valientes guerreros que van a combatir por la libertad de nuestros oprimidos hermanos del Perú.

 

Palacio Directorial de Valparaíso. Agosto 20 de 1820, a las 7 de la noche.

BERNARDO O´HIGGINS”.

 

LA EXPEDICIÓN LLEGA AL PERÚ

 

El viaje por mar de la Expedición se realizó sin inconvenientes, fondeando los buques en la rada de Pisco el 7 de septiembre. Al día siguiente se dio comienzo al desembarco del ejército por disposiciones del general en jefe. La primera columna de tres batallones de infantería, más artillería y caballería a las órdenes del brigadier Las Heras ocuparon sin resistencia el pueblo de Pisco. Las fuerzas realistas que allí se encontraban, se retiraron al interior.

 

El virrey del Perú, general Joaquín de la Pezuela, que había reemplazado al virrey Abascal, no creía que Chile podría organizar una expedición que amenazara la estabilidad del virreinato, mas, al conocer el desembarco hizo llevar las tropas a Lima, para proteger la capital, no dudando que ese era el objetivo del invasor.

 

Tenía a sus órdenes 10,000 soldados que dispuso emplearlos en una defensiva, al tener instrucciones de su gobierno de celebrar negociaciones con el adversario. Con este propósito envió un emisario con una nota al general San Martín, que en partes decía:

 

“Exmo. Señor General de las tropas de Chile, don José de San Martín.

 

Aunque estaba perfectamente preparado para rechazar la invasión del virreinato, suspendía todo movimiento militar en cumplimiento de las instrucciones u órdenes del rey, el cual habiendo jurado el régimen constitucional, quería también resolver por las vías pacíficas las contiendas pendientes con las colonias americanas.-

 

“En cumplimiento de ese encargo i cediendo también a los propios sentimientos en favor de la reconciliación, estaba preparándome para enviar a Chile dos comisionados para entablar negociaciones cuando se había avisado el desembarco en Pisco.

 

“Si los sentimientos de V.E. son los mismos, marcharán al Cuartel General los propios comisionados… ”

 

 

DEL LIBRO “Epopeya de la Libertad”

Manuel C. Bonilla

Lima, Perú 1921

 

Pág. 32

 

ORGANIZACIÓN DE LA EXPEDICIÓN AL PERÚ

 

En la vida de los hombres y en la historia de los pueblos hay pocos hechos tan laboriosamente realizados como la organización de la expedición, cuyas armas debían venir al Perú a afianzar la bandera de la emancipación de un continente.

 

San Martín, egregio por el cerebro y el corazón, grande por sus hechos y sus virtudes, se presenta incomesurable cuando se conoce y analiza su gestión para convertir en realidad su fe americana, sus planes de político y estratega, sus anhelos de revolucionario redentor y las múltiples dificultades opuestas a sus esperanzas más nobles: marchar al Perú, vencer el reducto del coloniaje y hacer, de las astillas del trono de Fernando VII, lanzas para sus granaderos, en las cuales flotaran el viento las banderolas de la independencia.

 

¡Cuán triste es su figura de vencedor, mendigando un puñado de oro para consumar su grande obra libertadora, al pueblo mismo cuyas cadenas acababa de romper! ¡Nuevo Colón a quien faltaba una Isabel!

 

Su repaso de los Andes es la peregrinación del apóstol, melancólico, pero ferviente; su dimisión es el inri de su gloria, grabado por el fuego de su dolor de héroe, en sus propios laureles; su desobediencia, con el acta de Rancagua y la orden al ejército de los Andes, de repasarlos, es el gesto sublime de su energía. Necesitaba, como Breno, inclinar la balanza y arrojó el platillo de sus ideales de libertad, su espada de patriota americano. La organización de la expedición libertadora es la apoteosis de su perseverancia, de su genio y de su gloria.

 

Y ¡cómo le fuera dado a Chile borrar de la historia de la revolución americana esos renglones de su vacilación, su pauperismo y sus intrigas, para dar a alguno de los suyos la oportunidad de presentarse en el escenario donde no cabía ningún mediocre, por ser estrecho para San Martín y para Bolívar.

 

Pero sus esfuerzos eran semilla de emancipación y gloria, no podían dejar de hacerse árbol de lucha y de florecer y tener el triunfo por sazonado fruto. Un espíritu amplio, generoso y americano, fenómeno, honroso de su pueblo y de su medio, O’Higgins, comprendió a San Martín y por gratitud, por atracción, sugestionado por el efluvio de su fe y la evidencia de su plan, hizo en nombre del país de cuyos elementos disponía en la cumbre del poder, propósito de alentarlo y ayudarlo.   

 

No en vano circulaba por sus venas sangre del buhonero llegado por sus méritos al trono virreinal de Lima, y de uno de los buenos intendentes de la ilustre Huamanga (1).

 

También por eso quizá cuando la ingratitud y la insidia, le hicieron buscar asilo para su ostracismo, fue el Perú donde encontró hogar cariñoso, un pueblo de generosidad ilimitada, y otra patria para él siempre querida y afectuosa (2).

 

En cambio, en las Provincias Unidas jamás faltó al criollo de Yapeyú el apoyo entusiasta y eficaz, preciso para su empresa. Ese pueblo siempre sensible a cuanto es noble y bueno, cuyas pampas ubérrimas son el más perfecto simil de la amplitud generosa del espíritu de sus hombres, se unió con alegría y pasión a los planes del caudillo de su nacionalidad y dióle soldados, ganado, armas y vituallas y cuanto le fue posible, para que condujera al sol de la bandera argentina a iluminar con sus fulgores de triunfo los ámbitos del continente.

 

(1)   Ambrosio O’Higgins, irlandés, vino al Perú como modesto comerciante, llegando en poco tiempo a distinguirse en Chile, de donde regresó nombrado virrey a Lima. De sus amores en Concepción con Isabel Riquelme nació el futuro prócer chileno, a quien el padre, a pesar de haberlo hecho educar y atendido “en la misma cláusula del testamento en que le legaba una fortuna, le significaba con toda claridad que le prohibía llevar su apellido, llamándose Bernardo Riquelme”.

 

“Entabló reclamación ante la corte por el apellido y títulos de su padre. Se le concedió que se llamara O’Higgins y no Riquelme, pero no se le permitió que fuera barón o marqués”. (M. t. Amunátegui y B. Vicuña Mackena.- La dictadura de O’Higgins).

 

D. Demetrio O’Higgins, hijo de los condes Soolabin y sobrino del Virrey, marqués de Osorno. (Mendiburu.- “Diccionario Histórico Geográfico del Perú”)

 

(2)   Derrocado en 1823, se estableció en el Perú donde encontró la más generosa acogida, como lo comprueban estos reglones de su carta a San Martín, escrita el 5 de marzo de 1823, en Valparaíso: “Recibo los parabienes por mi separación del gobierno como la mejor prueba de su amistad y más grande don de la providencia. Si mi amigo, tantos años de lucha demandaban descanso y tiempo para atender a la propia conservación, amenazada del modo más alarmante. No quedo con otros fondos que Montalbán y Chimba, con que la generosidad del gobierno del Perú y de mi mejor amigo habían recompensado mis servicios; pero aún este último recurso vacila, y los desaires y arresto que he sufrido después de haber dejado la dirección de Chile me prueban lo que en adelante deberé esperar de mi patria; bien que trece años de sacrificios y amarguras inauditas no las cambio por interés alguno, y solo quedan dedicados al honor y al bien general de la América”. (San Martín – Su correspondencia).

 

 

 

 

LOS ELEMENTOS DE LA EXPEDICIÓN

 

 

6,100 hombres y 500,000 pesos (2). A esto se reducía cuanto a juicio de San Martín era indispensable para asegurar la independencia de Sur América mediante la destrucción del grueso español establecido en el Perú. Dos años de gestiones, esfuerzos y tenacidad habían sido insuficientes para lograr tan poco, a pesar de la buena voluntad de cuantos se daban cuenta del valor del audaz plan de operaciones y de las instancias del Perú.

 

De parte de las Provincias Unidas hemos visto ya las causas de la imposibilidad material (la expedición para la reconquista y la guerra civil) y de parte de Chile uno de sus más ilustres historiadores nos va a prestar renglones capaces de expresar la realidad de su estado: “La

 

 

(1)   – Cochrane – Memorias.

(2)   – Carlos Guido y Spano.- “Vindicación histórica”.- Relación

Mendoza 31 de julio de 1918. 

 

 

Pág. 41

 

… situación financiera de Chile en los años en que se preparaban los elementos de la expedición al Perú, era en extremo aflictiva, al punto de que sería difícil retratar con fidelidad el verdadero cuadro de aquella espantosa miseria. Chile apenas merecía en 1818 el nombre de país independiente” (1). Y como prueba de “esa espantosa miseria” en la que “el derecho de propiedad no existía” para festejar el aniversario de la revolución, pedía el ministro Zenteno, el 20 de setiembre de 1819, al gobernador de Valparaíso, dos banderas para izarlas en la plaza de Santiago “por no existir allí ninguna, ni género para construirlas” (2).

 

Esto en cuanto a lo económico; en cuanto a lo político, o mejor dicho a lo moral, en lo referente a la expedición y a San Martín, el estado era aún de más “espantosa miseria”; el mismo historiador, el bien documentado Bulnes, lo describe haciendo notar la existencia de tres corrientes de opinión. Una representada por O’Higgins, amigo personal y sincero admirador de San Martín, a quien profesaba gratitud, reconociéndolo como libertador de su patria; y como O’Higgins, la logia lautarina, compuesta de argentinos y chilenos, hallábanse dispuestos a prestar su apoyo a los ideales del libertador del sur.

 

Representando una condensación de elementos e ideas de oposición, otro grupo denominado los carrerinos (partidarios de los Carrera) hallábanse dispuestos a obstaculizar toda acción que pudiera resultar de prestigio para San Martín. Las características pasionales de la raza encontraban en estos el mejor exponente, sobre todo en su odio a lo argentino. 

 

El tercer grupo está admirablemente relievado en estas líneas: “En medio de estas dos corrientes de opinión se encontraba el senado”.

 

“No negaba a San Martín el valimiento de sus ser –

 

(1)   .- Bulnes .- Expedición Libertadora.

(2).- Bulnes .- Expedición Libertadora.

 

 

 

Pág. 42

 

… vicios pasados, pero se esforzaba por imprimir a los sucesos un carácter marcadamente chileno. Le tributaba los mayores y más sinceros elogios; pero habría preferido sobreponerle a O’Higgins en la dirección de la campaña. Apoyaba los esfuerzos que se hacían en el sentido de la expedición; pero quería caracterizar los de Chile con sello propio e individual.

 

Si esto no fuera la historia, creeríamos estar leyendo una parodia de las aventuras de Gulliver. 

 

 

SAN MARTÍN TRIUNFA

 

Nada consigue imponerse tanto como la fe, y San Martín impuso su credo y ante su firmeza todo se allanó.

 

La cuestión más difícil para su conciencia de militar y de argentino era su situación respecto al ejército de los Andes y la situación de este ejército respecto a Buenos Aires. El acta de Rancagua (1) fue la solución y es una victoria sin sangre para aquellos soldados escogidos por la libertad que, surcando las aguas del Pacífico, llegarían al Perú, Canaan de su gloria.

 

(1)   En la ciudad de Rancagua, a 2 de abril de 1820, reunidos todos los jefes y oficiales del ejército de los Andes en la casa del Estado Mayor, a presencia del Sr. Coronel jefe de estado mayor del ejército expedicionario y comandante general del mismo, se abrió un pliego rotulado para dicho señor, y dirigido por S. E. el señor general en jefe con expresión en el sobre de no romper el nema hasta no estar reunida toda la oficialidad; y procediéndose a su lectura por el señor comandante general, concluyó y se procedió a la votación, según esta prevenido, para elegir jefe, en virtud de no existir el gobierno que nombró el presente; y como en el mismo acto tomase la palabra el señor coronel comandante del número 8 don Enrique Martínez, y expusiese que no debía procederse a la votación por ser nulo el fundamento que para ello se deba, de haber caducado la autoridad del señor general, fue preciso considerar esta objeción, que, al mismo tiempo reprodujeron los señores comandantes don Pedro Conde y don Rudecindo Alvarado y proceder después a la votación de los señores oficiales, que unánimemente convinieron en lo mismo; sentado como base y que la autoridad que recibió el señor general para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país no ha caducado ni puede caducar, porque su origen, que es la salud del pueblo, es inmudable.

 

En esta inteligencia, si por algún accidente o circunstancia inesperada faltase por muerte o enfermedad el actual, debe seguirle en la sucesión del mando el jefe que continúe en el próximo inmediato grado del ejército de los Andes. Y para constancia lo firmaron un oficial más antiguo de cada clase en todos los cuerpos  y todos los señores jefes.- Siguen las firmas.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

San Martín y O´Higgins cruzando la cordillera de los Andes.

 

O'Higgins llegó a Mendoza durante la segunda quincena de febrero de 1816. El general San Martín había impuesto fuertes impuestos especialmente a los realistas para que contribuyeran al esfuerzo bélico y había transformado la ciudad en un gran cuartel en que la actividad y el entrenamiento no se detenía. El espíritu bélico era tan acentuado que hasta los escolares efectuaban ejercicios militares.

San Martín organizó un servicio de espionaje para saber lo que sucedía en Chile y difundir noticias falsas sobre lo que ocurría en Mendoza. El más útil de todos los espías fue Manuel Javier Rodríguez Erdoíza, antiguo secretario de Carrera, pero que se entregó por completo a la causa de las fuerzas patriotas, su nombre llegó a ser amado por el pueblo y temido por el nuevo gobernador de Chile Casimiro Marcó del Pont que puso precio a su cabeza.

 

La primera tarea que San Martín le asignó a O'Higgins fue alistar la localidad de El Plumerillo, a una legua de Mendoza, para trasladar ahí el campamento de sus tropas, pues deseaba mantener a sus hombres alejados de las distracciones de la ciudad que podrían afectar la disciplina y el espíritu militar. El campamento estuvo listo y recibió al ejército a fines de septiembre. Es así como el general San Martín logró partir con un ejército bien aprovisionado y mejor organizado, en el que había orden, gran disciplina, acabada instrucción y una alta moral. Según el estado de fuerza al 31 de diciembre de 1816 estaba compuesto por 4045 hombres.

 

El 21 de enero de 1817, O'Higgins, al mando de la segunda división integrada por 1000 hombres, emprendió la marcha desde Mendoza hacia la cordillera rumbo a la Patria. Adelante marchaba la primera división al mando del brigadier Estanislao Soler y en la retaguardia el cuartel general, la maestranza y el hospital. El Ejército de los Andes combatió bajo la bandera con los colores celeste y blanco de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

 

Chacabuco

 

Todos sabían que pronto partirían, pero muy pocos sabían el día y la ruta que seguirían. O'Higgins, Soler y San Martín siguieron la ruta del paso de los Patos. Llegaron al río Los Patos y luego viraron hacia el sur para ganar la cumbre de 3650 metros. El 2 de febrero iniciaron el descenso hacia el valle de Putaendo y el 8 de febrero O'Higgins alcanzó la villa de San Felipe. Las divisiones se concentraron el día siguiente al sur de Curimón.

En la madrugada del 12 de febrero de 1817 la segunda división de O'Higgins se puso en movimiento siguiendo por el camino real para caer de frente sobre el enemigo. Bajó por la quebrada de Ñipa, atravesó el riachuelo de las Margaritas y enfrentó al ejército realista que se encontraba atrincherado en el lugar. Después del mediodía la batalla había terminado y O'Higgins entró a las casas de Chacabuco donde poco después llegó el general San Martín.

Tres días después, ya en Santiago, el Cabildo le ofreció la dirección del país al general San Martín pero este se negó a aceptar el cargo. Al día siguiente los vecinos de Santiago proclamaron a Bernardo O'Higgins Director Supremo de la joven nación. Este hecho dio comienzo a la llamada Patria Nueva.

 

 

 

 

Durante la Patria Nueva

Director Supremo

 

El 16 de febrero de 1817,el general San Martín, mediante un bando, convocó a los habitantes de la ciudad de Santiago a un cabildo abierto con el propósito de que eligieran tres representantes, uno por cada una de las tres provincias en que estaba dividido el país: CoquimboSantiago y Concepción, y que estos posteriormente eligieran un Director Supremo que gobernara el país. La asamblea estimó innecesario este paso y eligió por aclamación, dos veces, como Director Supremo al general José de San Martín, quien agradeció el gesto pero no aceptó la designación pues manifestó que dedicaría todo su esfuerzo a terminar la guerra contra España liberando al Perú. Se llamó a una nueva asamblea para el día 16, la que también por aclamación designó como Director Supremo al brigadier don Bernardo O'Higgins.

La primera proclama de O'Higgins como Director Supremo fue para agradecer a los que habían ayudado a recobrar la libertad de la Patria. La proclama en parte decía:

Nuestros amigos, los hijos de las provincias del Río de la Plata, de esa nación que ha proclamado su independencia como el fruto precioso de su constancia y patriotismo, acaban de procurarnos la libertad usurpada por los tiranos...

Uno de sus primeros actos fue ordenar la repatriación de los patriotas que el gobierno realista había desterrado a la isla Juan Fernández. Su primer gabinete estuvo formado por Miguel Zañartu como ministro del Interior y Relaciones Exteriores, José Ignacio Zenteno ministro de Guerra y posteriormente creó el Ministerio de Hacienda a cargo de Hipólito de Villegas.

San Martín estableció en Santiago una sucursal de la Logia Lautarina, todos los asuntos de importancia deberían ser tratados y aprobados por la Logia, por supuesto O'Higgins fue miembro de esta Logia. La creciente intervención de argentinos en los asuntos públicos comenzó a cambiar el sentimiento del pueblo hacia sus amigos argentinos, la opinión pública empezó a sentir una sorda antipatía hacia ellos, excepto hacia el general San Martín quién, gracias a su tacto y tino, siempre fue admirado y querido por el pueblo chileno.

Una de las prioridades del Director Supremo fue organizar un ejército nacional, el Ejército de Chile, y para la formación de sus propios oficiales creó la Academia Militar la que posteriormente se transformaría en la Escuela Militar Bernardo O'Higgins. Al poco tiempo el ejército contó con 4700 efectivos. Las fuerzas realistas se atrincheraron en la ciudad de Talcahuano bajo las órdenes del coronel José Ordóñez.

En abril se dirigió al sur al mando de una división de refuerzo y asumió el mando de las operaciones que se desarrollaban para tomar Talcahuano, operaciones que no tuvieron éxito. El 17 de diciembre un correo de San Martín le confirmó que estaba en camino desde Perú una gran fuerza realista otra vez al mando del general Mariano Osorio y le aconsejaba que dejara el sitio de Talcahuano y se replegara con su ejército hacia Santiago llevando con él cuanto recurso pudiese recoger: caballos, ganados y cosechas. San Martín estimaba que ambos ejércitos reunidos formarían una fuerza de unos 9000 hombres. Durante su permanencia en la zona de Concepción mantuvo un romance con Rosario Puga y Vidaurre.

 

Juramento de la independencia de Chile.

O'Higgins decidió emprender la marcha hacia el norte pero junto con ello concretó su idea de informar a todas las naciones la independencia de Chile y para ello hizo redactar un Acta que firmó en una solemne ceremonia en la ciudad de Talca el 12 de febrero de 1818, aunque el documento lo dató en Concepción y con fecha 1 de enero.

El general San Martín llegó a Talca el 18 de febrero acompañado solo por sus ayudantes, su ejército estaba acantonado en Las Tablas, hacienda cercana a Valparaíso. Poco después se enteraron que las tropas realistas habían desembarcado en Talcahuano y que avanzaban rápidamente hacia el norte, por lo que decidieron concentrar ambos ejércitos en Chimbarongo, lo que se materializó en los primeros días de marzo.

 

Sorpresa de Cancha Rayada

 

En la tarde del 19 de marzo el ejército patriota acampó unos dos kilómetros al norte de Talca dispuesto a pasar la noche. San Martín viendo que su posición era poco favorable decidió cambiar la ubicación de las tropas antes del amanecer, pero el general Ordóñez los atacó en la oscuridad produciendo gran confusión y pánico en las fuerzas patriotas. Durante la refriega O'Higgins fue herido por una bala que le fracturó el brazo derecho. Este combate produjo más bajas entre los realistas que entre las fuerzas patriotas, pero la exageración hizo que en Santiago cundiera el pánico y hasta se comentó que San Martín y O'Higgins habían muerto en la acción.

La herida en el brazo le produjo fiebre y debió guardar cama en San Fernando, pero al saber los hechos que ocurrían en Santiago, entre ellos que Rodríguez Erdoíza había sido designado para compartir el mando de la nación y que había formado un cuerpo de voluntarios armados, los Húsares de la Muerte, se dirigió a la capital llegando con las primeras horas del día 24 de marzo e inmediatamente reasumió el mando de la nación y restableció el orden en la ciudad. Al día siguiente arribó el general San Martín lo que trajo más tranquilidad a los habitantes de Santiago y luego de una junta de guerra decidieron enfrentar a las tropas de Osorio en el llano del Maipo.

 

 

Batalla de Maipú

 

Abrazo de Maipú

Artículos principales: Batalla de Maipú y Abrazo de Maipú.

El 5 de abril las tropas patriotas bajo el mando del general San Martín arrollaron a las realistas y cuando O'Higgins llegó hasta el campo de batalla ya la victoria era completa. San Martín y O'Higgins se fundieron en un fuerte abrazo. Esta batalla aseguró la independencia de Chile y es considerada la primera gran batalla americana.

El triunfo de Maipú coincidió con dos hechos que afectaron directamente a O'Higgins, estos fueron la noticia del fusilamiento de los hermanos Juan José y Luis Carrera, acaecido el 8 de abril en la ciudad de Mendoza, y el asesinato de Manuel Rodríguez, ocurrido en Til Til el 26 de mayo.

Una vez ganada la batalla, O'Higgins hizo suyo un voto hecho por el pueblo a la Virgen del Carmen de que si se ganara la batalla se construiría un templo en su honor, dando origen a la Capilla de la Victoria, predecesora del actual Templo Votivo de Maipú, mediante decreto del 7 de mayo de 1818.36

Abdicación

 

En Santiago se supo que las tropas de las provincias de Coquimbo y de Concepción marchaban ya hacia la capital. Estas noticias intranquilizaron a la población que vio la cercanía de una guerra civil con las consecuencias que todos imaginaban. Ante esto el gobernador intendente de Santiago, José María de Guzmán. En la noche del 27 de enero reunió en su hogar a los más connotados patricios para dar los últimos arreglos a un plan revolucionario destinado a derrocar al Director Supremo para así evitar el enfrentamiento con las otras provincias.

En la mañana del día siguiente, 28 de enero, carteles llamaban a un cabildo abierto para el mediodía en la casa del obispo donde funcionaba la intendencia desde el terremoto. El motivo era pedirle al Director Supremo que renunciara el mando, pero no sabían cómo reaccionarían las fuerzas militares de la capital. Consultados los comandantes manifestaron que ellos no actuarían contra el pueblo, pero ello estaba subordinado al respeto que debería tenerse con el Director Supremo. Se envió un emisario a solicitarle a O'Higgins que concurriera al cabildo y este respondió que no le reconocía a la asamblea la representación del pueblo. Luego de varias diligencias por fin O'Higgins se vistió con su uniforme de gala y acompañado por sus dos edecanes se dirigió a caballo al cuartel de la Guardia de Honor, los hizo salir en formación hacia la plaza, eran ya las cuatro de la tarde. Posteriormente hizo traer sus insignias de mando, se terció la banda y prendió en el lado izquierdo de la casaca la estrella de Gran oficial de la Legión de Mérito y se encaminó hacia el Consulado donde estaban reunidos los asambleístas. Eran aproximadamente las cinco y media de la tarde. Al entrar a la sala, todos los asistentes, se pusieron de pie con respeto, O'Higgins avanzó y con gran seguridad y aplomo se puso frente a la asamblea, eran unas trescientas personas que le miraban inmóviles y en silencio. Luego O'Higgins se dirigió a la asamblea y les pidió que designaran una comisión de individuos respetables con los cuales seguir tratando el asunto. Mariano Egaña propuso los nombres de los integrantes de la comisión, 11 en total y el resto abandonó la sala en espera de los acontecimientos.

Luego de un intercambio de opiniones entre los miembros de la comisión y O'Higgins, este accedió en deponer el mando de inmediato en la autoridad que nombrara el Cabildo abierto. Esto le fue comunicado a los asambleístas los que por aclamación escogieron que los integrantes de la comisión designaran una Junta en lugar de un Director Supremo. Inmediatamente los comisionados nombraron a los integrantes de la Junta que fueron Agustín de EyzaguirreFernando Errázuriz y José Miguel Infante. Se levantó un Acta y entre otros puntos se estableció que la Junta debería convocar un Congreso para el nombramiento del resto de las autoridades. El Acta fue firmada por O'Higgins y el secretario Egaña. Delante de toda la asamblea se leyó el Acta y luego O'Higgins tomó juramento a los tres vocales, los que pasaron a presidir el acto en medio de las aclamaciones de los presentes. O'Higgins, emocionado se despidió de la concurrencia con las siguientes palabras:

Siento no depositar esta insignia ante la asamblea nacional, de quien últimamente la había recibido; siento retirarme sin haber consolidado las instituciones que ella había creído propias para el país y que yo había jurado defender; pero llevo al menos el consuelo de dejar a Chile independiente de toda dominación extranjera, respetado en el extranjero, cubierto de gloria por sus hechos de armas.

Doy gracias a la Divina Providencia que me ha elegido instrumento de tales bienes, y que me ha concedido la fortaleza de ánimo necesaria para resistir el inmenso peso que sobre mí han hecho gravitar las azarosas circunstancias en que he ejercido el mando.

Ahora soy un simple ciudadano. Mientras he estado investido de la primera dignidad de la república, el respeto, sino a mi persona, al menos a ese alto empleo, debía haber impuesto silencio a vuestras quejas. Ahora podéis hablar sin conveniencia. ¡Que se presenten mis acusadores! ¡Quiero conocer los males que he causado, las lágrimas que he hecho derramar! ¡Acusadme! Si las desgracias que me echáis en rostro han sido, no el efecto preciso de la época en que me ha tocado ejercer la suma del poder, sino el desahogo de mis malas pasiones, esas desgracias no pueden purgarse sino con mi sangre. ¡Tomad de mí la venganza que queráis, que yo no os opondré resistencia! ¡Aquí está mí pecho!

Y dando un violento tirón a su casaca, lo presentó descubierto. Un solo grito espontáneo se sintió en el salón, "¡Nada tenemos contra el general O'Higgins! ¡Viva O'Higgins!" O'Higgins emocionado agradeció las manifestaciones de los presentes.37

Ya era de noche cuando don Bernardo O'Higgins abandonó el salón del Consulado para regresar al palacio. Lo seguía una multitud que lo aclamaba.

Exilio en Perú - Últimos años

 

Entre los años 1823 y 1833

 

O'Higgins deseaba dirigirse a Perú o a Europa por lo que decidió dejar lo antes posible Santiago y en los primeros días de febrero de 1823 se trasladó a Valparaíso. Pocas horas después de su llegada a la ciudad, fondearon en la bahía cuatro naves que transportaban al general Freire y el Ejército del Sur. En abril supo que la Junta de Gobierno había entregado el mando a una Asamblea provincial y que esta había designado como Director Supremo al general don Ramón Freire. O'Higgins permaneció en Valparaíso hasta fines de junio en espera que se decidiera si sería sometido a un juicio de residencia. El 30 de junio el Senado le dirigió una nota al general Freire manifestándole que no existía ningún inconveniente en que se le otorgara al general O'Higgins el pasaporte chileno que este había solicitado hacía meses. Freire de inmediato le otorgó el pasaporte.

 

El 17 de julio se embarcó hacia El Callao en la fragata inglesa Fly. Iban con él su madre, su hermanastra Rosita, su hijo Pedro Demetrio de poco más de 4 años, además de dos indígenas mapuches que en su tiempo fueron presentadas como "adoptadas", una de las cuales se ha comprobado era hija natural del libertador de nombre Petronila38​ y la otra era su madre Patricia Rodríguez.39

 

Con la autorización del gobierno hizo imprimir la siguiente proclama que fue distribuida en las ciudades de Santiago y Valparaíso después del zarpe.

 

¡Compatriotas! Ya que no puedo abrazaros en mi despedida, permitid que os hable por última vez. Con el corazón angustiado y la voz trémula os doy este último adiós; el sentimiento con que me separo de vosotros sólo es comparable a mi gratitud; yo he pedido, yo he solicitado esta partida, que me es ahora tan sensible, pero así lo exigen las circunstancias que habéis presenciado y que yo he olvidado para siempre. Sea cual fuere el lugar a donde llegue, allí estoy con vosotros y con mi cara patria; siempre soy súbdito de ella y vuestro conciudadano. Aquí os son ya inútiles mis servicios y os queda al frente del gobierno quien pueda haceros venturosos. El Congreso va a instalarse y él secundará sus esfuerzos; vuestra docilidad los hará provechosos. Debéis recibir en breve sabias instituciones, acomodadas al tiempo y a vuestra posición social; pero serán inútiles si no las adoptáis con aquella deferencia generosa que prestaron a Solón todos los partidos que devoraban a Atenas ¡Quiera el cielo haceros felices, amantes del orden y obsecuentes al que os dirige!... ¡Virtuoso ejército! ¡Compañeros de armas!, llevo conmigo la dulce memoria de vuestros triunfos y me serán siempre gratos los que la patria espera de vosotros para consolidar su independencia.40

Arribó a El Callao el 28 de julio siendo recibido por las autoridades limeñas presididas por el marqués de Torre Tagle, amigo de la infancia y condiscípulo. Se instaló con su familia en Lima en la misma residencia en que había vivido el general San Martín cuando estuvo en esa, en la calle Jesús María. Durante el gobierno de San Martín, Perú, en reconocimiento de sus esfuerzos por la organización y realización de la Expedición Libertadora, le había concedido la propiedad de dos haciendas, estas eran Moltalván y Cuiba, ubicadas en el valle de Cañete, unos 150 kilómetros al sur de Lima, territorio que en esos momentos estaba ocupado por las fuerzas realistas.

La situación política de Perú era caótica. O'Higgins percibió que todo el esfuerzo que significó la Expedición Libertadora estaba a punto de perderse por las rencillas entre las distintas facciones patriotas que se peleaban el poder, además de que casi todo el país estaba bajo control realista. Ante esto decidió ponerse al servicio del Perú. Se encontraba en Lima cuando supo que Simón Bolívar había desembarcado en El Callao dispuesto a tomar la dirección de la guerra ante una solicitud del Congreso peruano. A fines de 1823, debido a la pésima situación política que se vivía en Lima, se trasladó junto con toda su familia a Huanchaco, el puerto de Trujillo donde se encontraba Bolívar con su ejército.

 

O'Higgins sólo deseaba poder formar parte del ejército de Bolívar para cooperar en la lucha que daban contra las tropas realistas. Bolívar trasladó su ejército hacia la sierra y O'Higgins no pudo partir con él pues estuvo dos meses en cama con fiebre. Convaleciente, partió el 9 de julio de 1824 hacia la sierra dejando a su familia en Trujillo. Viajó inicialmente por la costa y el 19 de julio llegó al pueblo de Yungay, el 14 de agosto arribó a la llanura de Junín donde días antes Simón Bolívar había derrotado a la caballería del general realista José de Canterac y finalmente el 18 de agosto alcanzó al Libertador en Huancayo. Bolívar le presentó la oficialidad del ejército, pero no le dio ningún puesto de responsabilidad como le había ofrecido, O'Higgins sufrió una gran desilusión.

En octubre, Bolívar llegó con su ejército a la orilla del río Apurímac, a las puertas del Cuzco, donde le entregó el mando al general Sucre y él se retiró a Lima para recibir a las tropas de refuerzo que venían desde Colombia. O'Higgins también se dirigió a Lima pues nadie creía que se produciría un nuevo enfrentamiento hasta que pasara la estación de las lluvias. Allí le llegó la información que Sucre, el 9 de diciembre en Ayacucho, había derrotado completamente al ejército del virrey La Serna y del general de Canterac. Al banquete que Bolívar ofreció en celebración del triunfo, O'Higgins concurrió de civil y ante las consultas él contestaba: “Desde hoy el general O'Higgins ya no existe, soy sólo el ciudadano particular Bernardo O'Higgins. Después de Ayacucho mi misión americana está concluida.

 

En 1825, O'Higgins y su familia se instalaron en la hacienda de Montalván. Para ello envió previamente a su amigo John Thomas a que preparara la propiedad para el traslado. Este contrató un administrador para Montalván y Cuiba, Juan de Guevara, quien anteriormente había administrado ambas haciendas. Allí le comenzaron a llegar informaciones de la situación de anarquía que se vivía en Chile; sus amigos le pedían que preparara su regreso para asumir el mando, pero O'Higgins se resistía. Un informante permanente era San Martín quien desde La Plata lo mantenía al tanto de la situación que se vivía en Chile.

 

En diciembre, sus amigos Zenteno, Zañartu, Rodríguez Aldea y Fontecilla fueron desterrados por Freire a Lima y tomaron contacto con O'Higgins. En marzo de 1826, se trasladó a la capital ante la insistencia de los desterrados chilenos y con el consentimiento del gobierno del Perú ultimaron los detalles de un plan destinado a conquistar Chiloé, desde donde promoverían el levantamiento de Valdivia y de todo el sur en favor de O'Higgins. Inicialmente este plan dio resultados, pues Chiloé se sublevó en su favor, pero el resto del sur no lo siguió y pronto el general Freire recuperó el control de Chiloé, O'Higgins regresó a su hacienda de Montalván decidido a no volver a participar en este tipo de aventura.

Durante el año 1827, la anarquía hacía presa del gobierno chileno. Los gobiernos se sucedían unos a otros: A Blanco Encalada le siguió Eyzaguirre al que un motín lo derrocó a los cinco meses de haber asumido el mando. Luego volvió a gobernar el general Freire quien posteriormente le entregó la presidencia a Francisco Antonio Pinto. Se hizo un ensayo de gobierno federal que fue desastroso. Los bandidos, como los hermanos Pincheira, asolaban las provincias. Muchos culpaban a O'Higgins de querer volver al poder mediante un golpe de fuerza. Para detener estas habladurías envió en septiembre de 1827 una declaración a los editores de El Mercurio Peruano en que expresaba su decisión de no mezclarse en la política contingente de su patria.

 

Casa en Lima donde O'Higgins vivió su exilio y murió (actualmente conservada por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

En Lima arrendó una buena casa donde pasaban largas temporadas su madre y hermana, pero él se mantenía en su hacienda en los trabajos propios del campo y donde recibía a sus amigos. John Thomas trabajaba sin descanso en escribir un libro sobre el período de la independencia de Chile. A comienzos de 1828, estuvo concluida la obra la que fue enviada a Inglaterra para su edición con gran satisfacción de O'Higgins.

A consecuencia de la abdicación de O'Higgins, en Chile se habían formado varios grupos políticos que hacia el año 1828 eran:

·        Los “pelucones” formado por los miembros más conservadores de la aristocracia castellano-vasca, terratenientes de gran influencia social y fervientes católicos lo que les atraía el apoyo de la mayoría del clero.

·        Los “liberales”, reducido grupo de aristócratas cultos y viajados.

·        Los “pipiolos” formado por individuos inquietos, de poca figuración social, aventureros internacionales o criollos exaltados, deseaban romper de inmediato con el pasado e imponer la democracia.

·        Los “estanqueros” que propiciaban un gobierno fuerte, honrado y eficiente, y

·        Los “o'higginistas” que eran los que aspiraban al regreso de O'Higgins para que tomara el mando de la nación.

En 1828, el gobierno pipiolo de Francisco Antonio Pinto obtuvo el triunfo en las elecciones que dieron como resultado la redacción y aprobación de la Constitución liberal de 1828. Entretanto, la anarquía continuaba: sucesivos gobiernos, congresos y constituciones a los que había que agregar conspiraciones y alzamientos hasta que en 1829 comenzó una guerra civil que concluyó el 17 de abril de 1830 con la batalla de Lircay, batalla que pondría fin a la anarquía en Chile con el advenimiento al poder del grupo de los pelucones y de los estanqueros, tomando el mando de la nación el general Joaquín Prieto Vial y como vicepresidente Diego Portales Palazuelos.

O'Higgins siguió con vivo interés los sucesos de Chile y cuando supo el triunfo del general Prieto, su amigo, en Lircay y su posterior asunción del mando de la República le llenó de confianza el porvenir de Chile. Empezó a soñar con su regreso a la patria, además que su situación económica en Perú era bastante difícil pues debía pedir frecuentes créditos cuyos intereses hacían que los ingresos de Montalván le alcanzaran apenas para subsistir; estaba seguro de que su hacienda de Las Canteras le produciría mayor beneficio, pero no deseaba regresar de cualquier manera, sino que en forma decorosa.

En las largas horas que pasaba en Montalván, soñaba con las reformas y adelantos que deberían producirse en su lejana patria. Estas ideas se las transmitía por carta al presidente Prieto. La incorporación a la nacionalidad chilena de los pueblos indígenas: mapuches, pehuenches, puelches y patagones. Otra de sus ideas era la de mejorar la calidad de los vinos de manera de poder exportarlos a Inglaterra y mejorar el cultivo de la avena en Chiloé. En lo internacional estaba preocupado porque Chile se aliara con Gran Bretaña para prevenir acciones reivindicatorias por parte de España y contener el expansionismo en América manifestado por los Estados Unidos.

Pero O'Higgins y sus partidarios no habían contado con la personalidad de Diego Portales. Este era contrario a las dictaduras y a los gobiernos personales. Quería hacer olvidar los regímenes pasados y guiar a Chile hacia la observancia y cumplimiento de la Ley y precisamente O'Higgins, según él, causaría el recrudecimiento del caudillismo, por lo que aconsejó a Prieto no acceder o demorar al máximo su pretendido regreso.

A mediados de 1832, sus amigos iniciaron conversaciones con el presidente Prieto para presentar en el Congreso un proyecto de ley destinado a restituirle su empleo como capitán general del ejército. Prieto inicialmente apoyó la iniciativa, pero en cuanto lo supo Portales hizo cambiar la posición del Presidente quien por carta fechada el 17 de julio le decía que patrocinaba su regreso a Chile pero que no estaba en condiciones de proponer ante el Congreso una ley de rehabilitación de su grado y que, según él, era preferible que fuera el propio O'Higgins quien solicitara esta restitución una vez estuviera en el país. En esa misma época tuvo que afrontar una acción reivindicatoria sobre la hacienda Montalván presentada ante el Congreso peruano por la esposa del antiguo propietario realista de la hacienda, el Congreso confirmó la posesión de esta por parte de O'Higgins.

Hacía un tiempo que se habían intensificado las diferencias diplomáticas entre los gobiernos de Chile y Perú por motivos comerciales y también se vislumbraba una próxima ruptura de relaciones entre este último país y Bolivia. En abril de 1833, se supo en Lima que había sido descubierta y abortada una conspiración contra el gobierno chileno, fraguada en Santiago por fervientes o'higginistas. A raíz de esto, Carlos Rodríguez, hermano de Manuel Rodríguez, exiliado en ese momento en Lima y acérrimo opositor de O'Higgins publicó un “Alcance a El Mercurio Peruano” en el que denostaba a O'Higgins. En agosto este se querelló por injurias y el jurado condenó a Rodríguez a dos meses de cárcel y una multa de 150 pesos. La sentencia no pudo ser ejecutada porque Rodríguez se fugó de la ciudad.

 

Entre los años 1834 y 1842

 

Durante el año 1834 estuvo postrado en cama varios meses, primero con un ataque de terciana y luego una erisipela. O'Higgins había permanecido ajeno a los vaivenes políticos del Perú y era amigo tanto de los generales peruanos Agustín Gamarra y Felipe Santiago Salaverry como del general boliviano Andrés de Santa Cruz.

Santa Cruz derrotó a Gamarra y a Salaverry. En 1836 creó la Confederación Perú-Boliviana y apoyó a Ramón Freire en la organización de una expedición armada contra el gobierno de Prieto. O'Higgins le informó por carta a Prieto del zarpe de Freire y sus probables intenciones, pero le aseguró que el general Santa Cruz estaba ajeno a ella, lo que él creía firmemente. La fuerza zarpó de El Callao el 7 de julio de 1836 en dos naves y terminó en un fracaso, con Freire hecho prisionero, juzgado y desterrado a Australia. A consecuencia de esta acción y de otros problemas entre estas naciones, en noviembre, Chile le declaró la guerra a la Confederación. En 1837 fue asesinado Diego Portales. El gobierno chileno decidió enviar una fuerza expedicionaria al Perú bajo el mando del almirante Manuel Blanco Encalada la que desembarcó en las cercanías de Arequipa, firmó el tratado de Paucarpata y regresó a Chile. El gobierno chileno rechazó el tratado y envió un nuevo ejército esta vez bajo el mando del general Manuel Bulnes al cual también se incorporaron el general Gamarra y otros exiliados peruanos que se encontraban en Chile. El ejército desembarcó en Ancón el 7 de agosto de 1838 y quince días después entraba en Lima. Una asamblea designó al general Gamarra presidente provisional del Perú.

O'Higgins obtenía sus ingresos de la plantación de caña de azúcar de Montalván y la venta en el mercado de Lima de los productos de la hacienda. Para ello tenía junto a la casa que arrendaba en Lima un almacén que regentaba su hermanastra Rosita y en el que también trabajaba su hijo Demetrio y el marido de una de las indígenas adoptadas, la otra había formado familia casándose y atendía un negocio de confites en un local cercano. En mayo de 1838 logró mecanizar el trabajo de la caña instalando una maquinaria que causó expectación entre los agricultores de los alrededores. Pero lo que más le preocupó en este período fue la guerra a la que se precipitaron Chile y Perú y que ni siquiera la muerte de Diego Portales pudo detener.

 

 

 

 

Cuando la expedición del general Bulnes llegó a Lima, este fue a visitarlo en varias oportunidades. El clima afectó a la salud de las tropas expedicionarias, entre ellos al Jefe del Estado Mayor, general José María de la Cruz, a quien acogió en su casa y le proporcionó todo tipo de cuidados. En todo ese tiempo nunca, que se sepa, presentó su hijo a los oficiales chilenos que lo visitaban. En esos días accedió vender su hacienda de Las Canteras al general Bulnes y manifestó su deseo de efectuar un corto viaje a Chile para visitar a los amigos y principalmente para gestionar la recuperación de la posesión de sus grados militares, cuestión que sin duda era la que más le preocupaba.

 

El 8 de noviembre de 1838, el ejército chileno abandonó Lima y se dirigió al norte para mejorar la salud y disciplina de sus soldados. El 10 del mismo mes, el general Santa Cruz ocupó la ciudad. O'Higgins se ofreció para mediar entre ambos ejércitos, para evitar el derramamiento de sangre entre hermanos. Tanto Bulnes como Santa Cruz aceptaron el ofrecimiento, pero este finalmente no prosperó pues las peticiones de ambos eran totalmente inaceptables para el contrario. Santa Cruz avanzó con su ejército hacia el norte en busca del ejército chileno al que sorprendió en las orillas del río Buin, pero el 20 de enero de 1839, en las inmediaciones de la aldea de Yungay, junto al río Ancach, las tropas chilenas derrotaron totalmente a los soldados de la Confederación.

 

En febrero, una grave enfermedad postró a Isabel Riquelme, lo que inquietó a O'Higgins y a toda la familia quienes no escatimaron esfuerzos en su cuidado, pero esta falleció el 21 de abril. Las tropas chilenas escoltaron sus restos hasta el cementerio. En mayo, O'Higgins cayó a su vez enfermo en cama debido a altas fiebres. El 18 de septiembre, ya repuesto de la enfermedad y feliz por haber recibido recientemente la noticia que el gobierno chileno le había restituido su título de Capitán General del Ejército de Chile, participó como invitado de honor a la fiesta con que el ejército de ocupación celebró el aniversario de la Primera Junta de Gobierno.

El año 1840 lo pasó en su hacienda de Montalván preocupado durante el día del trabajo de los esclavos y campesinos y en la noche en el estudio y despacho de la correspondencia a sus amigos. Le preocupó especialmente la situación de las tribus indígenas, las que debían ser integradas a la civilización y a la fe católica. También le preocupó la integración y colonización de las tierras magallánicas. Supo de las últimas exploraciones del comandante Robert Fitzroy en los canales patagónicos por lo que consideraba que el gobierno urgentemente debería ejercer su soberanía en la región y facilitar la navegación del estrecho de Magallanes mediante el empleo de remolcadores a vapor.

En enero de 1841, se trasladó a su casa en Lima porque al montar a caballo o agitarse sentía una angustia en el pecho. El diagnóstico médico fue que sufría una hipertrofia al corazón. La gravedad de la dolencia no lo amargó y buscó la tranquilidad de su alma en Dios. Concurría a diario al templo de la Merced, leía el Evangelio y no faltaba a la novena de la Virgen de Dolores. A fines de junio, pese a los cuidados y remedios, el mal no cedía por lo que su hermanastra Rosita, que estaba a cargo de la hacienda, regresó a su lado para atenderlo. En agosto tuvo una mejoría que lo llevó a planificar el tan anhelado viaje a su Chile. Los médicos le recomendaron viajar durante el verano y que aprovechara de ir a los baños termales. Pensó realizar el viaje en el vapor Chile que zarpaba del Callao el 27 de diciembre, pero el día del embarque sufrió un fuerte ataque al corazón que le impidió embarcarse. Postergó el viaje para el mes de febrero, esta vez en el vapor Perú, pero nuevamente poco antes del embarque se le repitieron las angustias de pecho. Ahora los médicos le informaron que no podría efectuar el viaje pues su corazón estaba muy débil. En septiembre y octubre tuvo nuevos ataques por lo que regresó definitivamente a su casa en Lima.

El 8 de octubre de 1842, mandó llamar al notario Jerónimo Villafuerte y ante él redactó su testamento en que designó a su hermanastra Rosita como heredera del remanente de los bienes que quedaren luego de cumplir ciertos encargos secretos. El más importante de estos encargos era el de entregar buena parte del remanente a Pedro Demetrio. Días después redactó un pliego para el presidente Bulnes en que le solicitó que el Estado le compensara los desembolsos que había efectuado en las fechas y circunstancias que indicaba, entregándoles la suma equivalente a la Sociedad de Agricultura de Santiago para que esta destinare la mitad en la construcción de un colegio agrícola en Concepción donde debía construirse una iglesia en la que deberían reposar sus restos para siempre. Con la otra mitad debían construirse un observatorio astronómico en el cerro Santa Lucía de Santiago y un faro en la punta del puerto de Valparaíso.

 

En su dormitorio hizo construir un altar donde todas las mañanas se oficiaba la santa misa. El resto del día escuchaba el oficio de los moribundos. En la mañana del 24 de octubre se sintió con energía por lo que se hizo vestir, quiso que lo sentaran en un sillón, pero no pudo soportarlo por lo que lo tendieron nuevamente en su cama. De repente, entre su respiración entrecortaba, exclamó: "¡Magallanes!" y expiró.

 

Sus restos fueron sepultados en suelo peruano gracias a la caridad de su vecindad y fueron repatriados en 1869, contraviniendo sus expresos deseos de ser sepultado en la ciudad de Concepción. Por largo tiempo permanecieron en un sarcófago de mármol de Carrara en el Cementerio General de Santiago, hasta que el 20 de agosto de 1979 la urna fue trasladada por orden de Augusto Pinochet al Altar de la Patria, a la entrada de la Avenida Bulnes, frente al Palacio de La Moneda.

 

El 18 de octubre de 2004 los restos de O'Higgins fueron llevados temporalmente hasta la Escuela Militar, debido a la construcción de la nueva Plaza de la Ciudadanía. Permanecieron allí hasta el 8 de marzo de 2006 cuando su cuerpo fue trasladado, ahora en forma definitiva, a la nueva cripta subterránea del Libertador, en el mismo espacio que ocupaba el Altar de la Patria.

El 15 de agosto de 2007, la casa donde residió sus últimos años en San Vicente de Cañete fue seriamente afectada por un terremoto.41​ Actualmente residen en Lima, Cañete y otras ciudades del Perú la mayoría de los descendientes de Demetrio O'Higgins, hijo único del prócer chileno, fallecido en 1868.42

A principios de 2009, fue entregada las obras de restauración de la casa donde vivió en Lima, siendo administrada ahora por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Legado

Busto de O'Higgins en la avenida Chile, en la ciudad de Bogotá, Colombia.

Considerado como uno de los Padres de la Patria y uno de los Libertadores de América del Sur su legado dura hasta ahora, comienzos del siglo XXI.

El 12 de febrero de 1818 proclamó la Independencia de Chile, ideal que Bernardo O´Higgins había traído a nuestro país en 1802. Estableció también la ciudadanía chilena.

Organizó el Ejército de Chile y creó la Academia Militar la que posteriormente se transformó en la Escuela Militar Bernardo O'Higgins. Creó la bandera nacional, bandera tricolor de la estrella solitaria.

Fundó y formó la Armada de Chile y creó en Valparaíso una Academia de jóvenes guardiamarinas, actual Escuela Naval Arturo Prat.

 

Organizó y puso en marcha la Expedición Libertadora del Perú con el general José de San Martín al mando del Ejército y el almirante Lord Thomas Cochrane al mando de la Armada.

 

Proclamó las cartas constitucionales de 1818 y de 1822 que modelaron la organización jurídica de la naciente República Chilena.

 

Terminó las obras del Canal del Maipo que posibilitaron el regadío de áridas zonas agrícolas capitalinas transformándolas en fértiles.

 

Dispuso la creación de cementerios públicos, estableció la gratuidad de la educación primaria.

Puso en funcionamiento la Escuela Normal para la formación de profesores.

 

Ordenó la reapertura de la Biblioteca Nacional y del Instituto Nacional. Encargó la composición del Himno Nacional que el país aún no tenía. Dispuso la construcción del Templo Votivo de Maipú.

 

Abolió los títulos nobiliarios y mayorazgos.

 

Diseñó y dirigió personalmente en Santiago una alameda, actual Avenida Libertador General Bernardo O'Higgins.

 

La Orden de Bernardo O'Higgins, es creada en 1956 al ampliarse los grados de la Orden al Mérito después del grado de Caballero y como continuación de estos los grados de Medalla Bernardo O'Higgins de Primera Clase y Medalla Bernardo O'Higgins de Segunda Clase.

 

https://es.wikipedia.org/wiki/Bernardo_O%27Higgins 

 

 

Existen toneladas de documentos sobre la vida y obra del Libertador General Bernardo O’Higgins, vida y obra que es la historia de Argentina, Perú y Chile…de que sirven tantos millones de documentos y miles de libros, si no se realiza una campaña masiva de difusión, en los países mencionados.

 

En tiempos de pandemia, tenemos que luchar volviendo a retomar el valioso hábito de la lectura, con un libro viejito de cien años de antigüedad y revisando siempre el ciberespacio, y utilizar las nuevas tecnologías de la información y comunicación.

 

Nuestro mejor homenaje, a nombre de la Biblioteca Municipal “José de San Martín” de la ciudad de Ica, la Capital del Pisco Peruano y el Oasis de América; es difundir la vida y obra del Libertador Bernardo O’Higgins y redoblando nuestros esfuerzos, con actividades virtuales, en plena guerra contra la pandemia; y sean nuestras armas, así como la Escuadra Libertadora y la Expedición Libertadora del Perú, concebidas por San Martín y O’Higgins; las armas que destruirán al Covid 19, con fortaleza, esperanza, responsabilidad y disciplina, para cumplir con la ley y con los protocolos de bioseguridad.

 

 

Ica, Perú

Domingo 16 de agosto del 2020

 

 

Investigación:

Mag. Juan Carlos Romaní Chacón 

Biblioteca Municipal “José de San Martín”

Municipalidad Provincial de Ica

 

 

 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario